martes, 20 de noviembre de 2012

DIA 10: ÁVILA-GOTARRENDURA

Viernes, 14 de Septiembre

………………..Y EL DIA MÁS CORTO

Esta mañana me despierto con la misma sensación que tenía los sábados en mi época de estudiante. ¡Qué gusto da remolonear en la cama una hora más!
Puede que sea por la humedad del río Adaja, junto al que estamos alojados, pero a la diez todavía hace bastante frío. Y me siento un poco extraño vestido de calle a estas horas.



A fondo entrada al albergue de "Las Tenerías"


Puerta de acceso al albergue


Salimos del albergue pasadas las diez y el primer destino es una tienda de bicicletas que ha localizado Jose. Necesito, además de cámaras de repuesto, que me reparen la rueda delantera. Con el “castigo” de ayer se ha soltado la goma que protege la cámara de las cabecillas de los radios. Llegamos justo cuando el encargado está abriendo y encinta la base de la llanta en un periquete. Y por si acaso, le pido que le ponga una cámara nueva porque no me fío del estado en que se pueda encontrar la que instalé ayer.
Una vez solucionados los problemas técnicos, nos dedicamos a visitar el casco histórico de la ciudad. En mi caso rueda en ristre….



Plaza del Mercado Chico



Después de hora y media de recorrido turístico nos sentamos en una terraza y a los pocos minutos nos surge la misma pregunta: ¿Y qué hacemos el resto del día? En ese momento vemos pasar a un cicloturista ……..  Pues la respuesta está clara: continuar el Camino aunque sea haciendo una etapa más reducida (hasta Arévalo, por ejemplo)
Así que vuelta al albergue y a preparar el equipaje. La jornada de descanso se reduce finalmente a empezar a dar pedales cuatro horas más tarde de lo acostumbrado.
Así que a la una de la tarde cruzamos el puente sobre el río Adaja y, a menos de un kilómetro, nos hacemos la foto de despedida de Ávila desde las columnas romanas conocidas como los Cuatro Postes.


Vista de Ávila desde los Cuatro Postes

Los primeros kilómetros son en descenso para luego comenzar a ascender hasta Narrillos de San Leonardo. Este tramo se hace por carretera y, como de costumbre, pierdo de vista al valenciano. Lo que no sabía en ese momento es que iba a ser la última vez que íbamos a coincidir.
A la salida de este pueblo el camino está jalonado de bloques de granito y vestigios de calzada romana. Cuando finaliza este particular “jardín de piedra” pincho la rueda trasera. Empezamos bien la jornada. Poco más de diez kilómetros y ya tengo la bici boca arriba. ¡Otra vez los abrojos!
Como son más de las dos, me cobijo bajo un viaducto y aprovecho para comer.






El siguiente pueblo es Cardeñosa y pregunto por la gasolinera más cercana. Unos chavales me contestan que la más próxima está en Hernansancho. Continuo camino hasta Peñalva de Avila y desde este punto decido seguir por asfalto.
Cuando me aproximo a un pueblo que no aparecía en mi ruta, Las Berlanas, noto que pierde aire la rueda delantera. Bueno, bueno, bueno………….. Ya me estoy mosqueando.
Por buscarle el lado positivo a la cosa me animo pensando en la destreza que estoy adquiriendo en el cambio de ruedas. Estoy por enviarle un curriculum a Ferrari. Afortunadamente en el pueblo hay un taller de tractores y puedo hinchar la rueda.
Salgo de Las Berlanas ya con la idea de continuar el resto de la etapa por carretera y cuando había recorrido poco más de un  kilómetro la rueda delantera emite un seco “plaf”. Vamos progresando. He pasado del pinchazo al reventón. Ya no sé si reirme o llorar. ¿Será la llanta? ¿Habré hinchado de más la rueda? ¿Estará mal colocada la cámara? Tres percances en poco más de 20 kilómetros acaban con mi paciencia, por lo que decido empujar la bici hasta el siguiente pueblo y dar por finalizada la etapa.
El siguiente pueblo se encontraba a sólo tres kilómetros: Gotarrendura. En este pequeño pueblo (60 habitantes) pasó su infancia Santa Teresa de Jesús. Y recordaba, de la lectura de mi guía fugitiva, que disponía de un bonito albergue. Como se suele decir, Dios aprieta pero no ahoga.
Así que llego a esta población con un cóctel de sentimientos negativos: aburrimiento, enfado, desánimo y frustración. Sólo pienso en ducharme, cambiarme de ropa y olvidarme de este día nefasto. Mañana Dios dirá…
De camino al bar, donde se lleva el registro de los peregrinos y facilitan la llave del albergue, me cruzo con un señor que está sentado a la puerta de su casa y se fija en la rueda pinchada  Le comento el día frustrante que llevo y que mañana ya vería como me las apaño para acercarme a Arévalo para comprar recambios.
Resulta que este hombre es el “manitas” del pueblo y se ofrece a repararme el pinchazo. Me confirma que la cámara tenía una raja de un par de centímetros. Afortunadamente no había tirado la otra cámara y la parchea. José María es todo un personaje. Durante muchos años fué tramoyista en un circo para después trabajar en todos los oficios relacionados con la construcción. Macgyver es un aficionado en comparación con él. Para botón de muestra utiliza como compresor un motor de de nevera.

José María frente a su casa/taller


Mientras ceno en el único bar del pueblo llamo al valenciano para saber por dónde anda. Me explica que como el recorrido es totalmente llano ha avanzado más de lo previsto y está a punto de llegar a Medina del Campo.

Si en la crónica anterior catalogaba de cinco estrellas el albergue de Ávila, el albergue “Entre Adobes” de Gotarrendura es de categoría superior. Es una vivienda rehabilitada de adobe y construída en plan “rollo sostenible” (tiene placas que generan tanto energía solar térmica como fotovoltaica). Tiene capacidad para 16 personas, ducha, cocina, salón con televisión y un patio interior (ideal para guardar la bici) con barbacoa . Sólo le falta el jacuzzi…………
Y esa noche sorprendentemente no estoy solo. Están alojados una peregrina francesa y un bicigrino salmantino afincado en Madrid.





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