jueves, 9 de octubre de 2014

DIA 4: COCA-PUENTE DUERO

Domingo, 7 de Septiembre

Otra noche sin novedad y desayuno casero para empezar el día. Fotos de despedida con los compañeros del albergue con la certeza de que no vamos a volver a coincidir. Con el peregrino por razones obvias y con los bicigrinos del El Escorial porque hoy tienen previsto hacer 120 kilómetros, distancia que no estoy en condiciones de hacer ni saltándome todos los controles antidopaje habidos y por haber.



La encargada del albergue ya nos advirtió que los caminos hasta Villeguillo son del tipo playero así que a pisar asfalto. En Coca confluyen dos ríos: el Eresma y el Voltoya. ¿De qué me suena este último? Ah sí. El que crucé de camino a Muñopedro dos días antes. Pues al dichoso río empiezo a encontrarle rimas de grueso calibre porque para cruzarlo hay que salvar un buen repecho. Bueno. Tampoco es demasiado largo y después la carretera ya adopta un perfil mucho más amable, pasando por Llanos de Olmedo, Aguasal (curioso nombre) y Olmedo. Pues ya estoy en la provincia de Valladolid aunque más al sur de lo previsto.



El desvío no es para tanto. Hay que tomar la N-601, que dispone de un arcén como Dios manda para poder rodar con tranquilidad, para enlazar con el camino oficial en Alcazarén. Para allá que me encamino a buen ritmo hasta que empieza a flojear la rueda delantera.  Me cachis!!!. Qué puntería tengo. He tenido que pisar un abrojo con ganas de conocer mundo. Venga.  A sacar las alforjas, voltear la bici y a darle un rato a la zambomba. Terminando la maniobra de bombeo se acerca un ciclista y le pregunto por alguna gasolinera cercana. Siguiendo por la ruta prevista, por Valdestillas, no hay ninguna así que prosigo por la Nacional. Antes de despedirnos hablamos del tiempo y le comento que habían anunciado lluvias para hoy a lo que me contesta que no cree que sea así. ¿Quién me mandaría hablar? A los pocos kilómetros el tiempo cambia de repente. Desaparece el sol, se levanta una ventolera sin venir a cuento y la temperatura baja de manera brusca. Cuando llego a Alcazarén paro en un parque para abrigarme, comer algo y  seguir metiendo aire a la rueda. Mientras estaba con mis quehaceres se activa una fuente con chorros que, en connivencia con el viento racheado, me obsequia con una ducha fría.  Tampoco hacía falta aplicar medidas anti-disturbios que no pensaba instalarme allí…….
Prosigo la ruta y pasado Mojados (huy,huy,huy…) me topo con una gasolinera y un bar. Pues dos por uno. Le pongo la presión necesaria a la rueda, que ya no me daría problemas el resto del viaje aunque de la trasera no puedo decir lo mismo….., y me tomo un refrigerio.
Estoy a muy pocos kilómetros de Valladolid pero en Boecillo abandono la nacional y tomo la carretera en dirección a Viana de Cega. Empieza a llover de manera intermitente y me apresuro para llegar a Puente Duero. Son más de las dos y el único bar que está abierto en el pueblo no sirve comidas, aunque me dejan caer que en el albergue igual sí me pueden ofrecer algo. Me suena un poco a coña y la verdad es que tampoco estoy tan necesitado.
De todos modos decido pasarme por el albergue, sellar, descansar un poco y comer algo de lo que llevaba en las alforjas. Nada más abrir la cancela sale del interior un hombre, me saluda y me pregunta si quiero comer. ¿Eh? Pues bueno…. ya que estamos…… En cinco minutos estoy sentado en la mesa, compartiendo una paella junto a dos desconocidos. La persona que me acaba de recibir, que es el hospitalero, y Arturo, presidente de la Asociación Jacobea Vallisoletana, y que empezaba en ese momento su turno de hospitalero durante una semana.
Hacemos las presentaciones, charlamos del Camino y me preguntan si me voy a quedar. En ese momento no lo tengo claro y pospongo la respuesta para la sobremesa.  A pesar de todo la mañana me ha cundido (63 kilómetros) y parece un poco pronto para parar. Termino de comer y me voy al “jardín de pensar”. Es domingo, los próximos treinta o cuarenta kilómetros transcurren por sitios poco concurridos y se aproximan unos nubarrones que no  presagian nada bueno, así que decido quedarme en el albergue. Es una casa de madera, muy acogedora, perfectamente acondicionada y de donativo. Todo un lujo.



Me instalo, me ducho, lavo la ropa y empieza a llover. La lluvia da una pequeña tregua y aprovecho para tender bajo techo. Me voy al bar a ver el final de etapa de la Vuelta y nada más entrar se desata el diluvio acompañado de fuertes rachas de viento. La prudencia me ha salvado de un buen remojón.





Cuando regreso al albergue me encuentro con que el viento ha tumbado la bici y que me he dejado las zapatillas a la intemperie.  El resto de la tarde la paso echándole una mano a Arturo, ya que la tormenta ha causado desperfectos en el  jardín. Ya por la noche preparó unos spaghettis con salsa de tomate del huerto y albóndigas que quitaban el hipo. Un buen rato de tertulia y al sobre. Después de todo, no me puedo quejar del día.

miércoles, 8 de octubre de 2014

DIA 3: SEGOVIA-COCA

Sábado, 6 de Septiembre

A las seis ya tengo los ojos como platos y con toda la parsimonia del mundo me aseo y recojo los trastos. Las siete y todavía falta más de media hora para que amanezca.  La cafetería del hotel no abre hasta las ocho,  así que bajo a la calle a estirar las piernas mientras hago tiempo. Ya que no he amortizado la cama al menos voy a saquear el buffet del desayuno.
Repito el recorrido turístico de ayer, esta vez con reportaje fotográfico, por la Avenida Fernández Ladreda, giro a la izquierda remontando por las calles Cervantes y Juan Bravo hasta la Plaza Mayor y la Catedral. El Camino de Madrid se inicia en la Iglesia de San Esteban y sigue por el Paseo de San Juan de la Cruz, donde se encuentra la Puerta de Santiago,  teniendo siempre como referencia el Alcázar a la izquierda.

Avenida Fernández Ladreda



Catedral de Segovia

Plaza Mayor
Iglesia de San Esteban
Puerta de Santiago




El Alcázar


Una hora para recorrer dos kilómetros. Quién dijo prisa…. Finalmente se desemboca en la carretera  que lleva a Zamarramala, población que sí dispone de albergue de peregrinos, y a la que se llega tras un kilómetro de subida que así en frío se me hace bastante larga. Y yo que pensaba que en la meseta era todo llano….

Iglesia de la Vera Cruz



Ultimo vistazo a Segovia


A la salida de este pueblo, y gracias a la ayuda de un ciclista, enlazo con el camino que va a Valseca. Me encuentro con el primer peregrino de la temporada aunque el hombre, polaco, no tiene muchas ganas de hablar. La cosa mejora. Diez kilómetros de “ancha es Castilla” por buenas pistas hasta Los Huertos y después un agradable tramo por la Via Verde del Eresma.

Valseca

Los Huertos



Las flechas me sacan de la vía verde a la altura de un puente y tomo un camino paralelo al río que desemboca en una pinada. Muy  bonito pero con mucha arena. A empujar toca….. Al final del bosque el camino está prácticamente difuminado por la maleza en la que predomina mi planta favorita: el abrojo. ¿Qué utilidad tendrá este matojo en el ecosistema? Como no me fío opto por bajarme de la bici y hacer un poco de ”brazos”: empujing con levantamiento periódico de ruedas. Ya veo que me va a cundir el día… Llego a  Añe después de media hora de paseo y resulta que no hay ningún bar donde repostar.





Un poco de asfalto y giro a la izquierda por una pista que conduce a Pinilla. Seis kilómetros picando hacia arriba que terminan de fundirme. Pedazo de atleta que estoy hecho… Y otro pueblo que no tiene bar. Me conformo con descansar un rato a la sombra mientras charlo con dos vecinos, que me animan a que vaya a la casa del alcalde para que me selle la credencial.  Al  final sigo su consejo pero con la sospecha de que su intención era más bien la de darle el coñazo al hombre.
Como estoy hambriento tomo la carretera, afortunadamente casi todo en descenso, para ir a Santa María la Real de Nieva.  Atravieso el pueblo y me encuentro con las terrazas del centro atestadas de gente, la música a todo trapo y  en plena “fiesta de la espuma……..”. Vuelvo sobre mis pasos y encuentro un mesón con ambiente más sosegado. Para alimentación deportiva estoy yo. El menú del día por favor.
Casi dos horas de parón, bien regado y mejor comido hace que me vuelva a animar a subirme a la bicicleta y avanzar. Voy por carretera hasta Nieva y cuando veo la primera flecha amarilla tengo pocas dudas: entre un camino de arena que se adentra en una enorme pinada y una carretera plana como la palma de la mano no hay color. De pinos y arena ya voy servido en mi tierra.  En apenas una hora recorro los veintidós kilómetros que me separan de Coca.



Albergue

Miro el reloj.  Son las cuatro y media y caigo en la cuenta de que este fin de semana hay etapas de montaña en La Vuelta. Pues doy por finalizada la jornada. Si esta fiebre que me da los meses de septiembre fuera un trabajo  en lugar de un placer con algunos gramos de masoquismo lo iba a tener crudo para ganarme la vida, ja,ja,ja.
Busco el albergue aunque en realidad es la hospitalera, que está al quite, la que me pesca a mí. Ficho, pago los cinco euros y me da una llave de la “antigua casa de los maestros”. Ducha rápida, tiendo la ropa y me voy pitando en busca de un bar para ver el final de etapa. Le pongo cara de bueno a la camarera para que cambie de canal y pido una jarra de cerveza mientras contemplo cómo se ganan el sueldo los “esforzados de la ruta”.
Hay dos detalles que hacen que empiece a prestar más atención al exterior que a la retransmisión: el sonido  de música “bakalao” que por momentos se acerca para luego alejarse y el revuelo de la gente apostada en la terraza. Picado por la curiosidad me asomo a la entrada y alguien grita “que viene, que viene”. Se acerca un coche de fabricación nacional con las ventanillas bajadas, el “chunda-chunda” al máximo y que ralentiza su marcha justo delante del bar, ante el descojone general de la parroquia. El conductor “bakalaero” roza los cuarenta y tiene un cierto aire torrentiano. Es un vecino del pueblo retornado de la capital  que se pasa todo el día dando vueltas por el pueblo en plan “aquí estoy yo por si no os habías dado cuenta”. No trabaja y los parroquianos no se ponen de acuerdo acerca de su fuente de ingresos: si pensionista por invalidez , prejubilado o simplemente vive de la herencia de los padres. En fin. Para que luego digan que no se aprende sociología en los bares.
El resto de la tarde aproveché para comprar provisiones, dar una vuelta turística y sentarme un buen rato a contemplar el famoso castillo de Coca. No sé qué impresiona más: si sus murallas o el foso que lo circunda.

Castillo de Coca

Aquella noche no fui el único huésped del albergue. Coincidí con un peregrino madrileño y dos bicigrinos escurialenses que podríamos catalogar, como aquel famoso anuncio, de” JASP”. Los chavales habían llegado a las ocho y media después de haber empezado la jornada en Cercedilla (110 kilómetros de nada desayunándose con la subida a la Fuenfría …) tras pinchar varias veces y empujar por los caminos de arena en el último tramo. Qué pereza me da sólo de pensarlo.