Domingo, 15 de Septiembre
La noche, dentro de lo que cabe,
la pasé sin novedad. Los picores que sentí nada más acostarme los achaco más a
la sugestión que a otra cosa. Lo positivo de dormir en un lugar con pocas
comodidades es que no tienes tentaciones de remolonear en la litera. De hecho,
los siete que pernoctamos allí ya estábamos preparados para partir antes de las
ocho. Nos deseamos buen camino y a empezar el día cada uno a su aire.
El camino para salir de Mombuey
es, a priori, sencillo. Desde la misma calle donde se encuentra el albergue
avanzas unos treinta metros en dirección a la iglesia y en la primera esquina
giras a la derecha. Así de fácil. Pues yo sigo recto hasta que al kilómetro me
topo con la autovía. Al menos el despiste mañanero me sirvió para ver el
campanario de la iglesia desde otra perspectiva.
El camino discurre al principio en
paralelo a la carretera para, poco a poco, alejarse de ella. Para llegar a la siguiente
población del día hay que tomar el enésimo desvío provisional por obras. Alcanzo
a la peregrina alemana y la acompaño hasta Valdemerilla. No hace falta ser muy
perspicaz para darse cuenta de que ha estado tratándose de una grave enfermedad.
Otro ejemplo de superación personal.
El camino discurre atravesando
pequeñas poblaciones, y tengo la
compañía fugaz de algún conejo e incluso de un ciervo que, si bien cruzó sin
mirar al menos tuvo la precaución de hacerlo diez metros delante de mí. Ya
hubiera sido de nota que me hubiera atropellado, ja,ja,ja
En Asturianos me reencuentro con
los franceses. Y también es la última vez que iba a coincidir con los alemanes,
que iban a quedarse en Puebla de Sanabria recuperándose de su gastroenteritis.
Para llegar a Puebla de Sanabria ya
no abandonamos la carretera. Impresiona ver su famoso castillo aunque declinamos
subir hasta allí, que no es cuestión de ir derrochando fuerzas, y en su lugar
almorzamos en una terraza de la zona baja de la ciudad.
De camino a Requejo ya empiezan a
dejarse ver las montañas que hay que superar para llegar a Galicia. De hecho,
los últimos kilómetros hasta este pueblo ya son en subida. Como son cerca de
las dos de la tarde, hacemos una parada junto al Ayuntamiento y damos cuenta de
unas porciones de empanada de carne que compramos en Mombuey, ya que se supone
que a partir de aquí empieza lo duro.
Los franceses, para variar, se
ponen en marcha antes. Quedamos en vernos al final del puerto. Mientras, yo voy
a “mentalizarme” durante media hora a un bar cercano mientras me tomo un café.
La ascensión al Padornelo la hago
por carretera. Por lo que había leído soporta muy poco tráfico y es un puerto
muy tendido, con pendientes “suaves”. Circulación hay muy poca, es cierto, ya
que la mayor parte de los vehículos van por la autovía. En cuanto a lo de la
suavidad de las pendientes pues depende del estado de forma de cada cual. En mi
caso se me hizo muy largo. Pero era más psicológico que físico.
A ver cómo lo explico: calzada ancha,
largas rectas, sin apenas curvas ni puntos de referencia, donde cuesta apreciar
visualmente el desnivel. En las piernas sí porque iba totalmente clavado. Por
mucho que pedaleara me daba la impresión de que no avanzaba, que me encontraba
siempre en el mismo lugar. Más de una vez miraba hacia abajo para asegurarme de
que no había perdido la cadena….
El puerto de marras me tenía
aburrido cuando recibo la llamada de Henry para saber por dónde andaba. Si
hasta los “chavales” se están cansando de esperar al “manta”, ja,ja,ja.
Les digo que tengo a la vista
unos túneles y me contesta que ellos ya están al otro lado. Lo que sucede es
que eran los túneles de la autovía y el de la Nacional estaba un poco más arriba. Pero toda subida
tiene su final y por fin coroné. De los tres teóricos “cocos” del Camino
Sanabrés, porque hay alguno más, éste fue el que más se me atragantó.
Tras atravesar el túnel veo a los
franceses junto a unas naves de mantenimiento de carreteras. Ellos inician el
descenso mientras yo me quedo unos minutos fumándome el cigarrito de la “coronación”.
En vista del “éxito” obtenido decido dejar la subida a La Canda para mañana y
terminar la etapa en Lubián. Mientras desciendo veo que el dúo galo se ha
detenido junto a una gasolinera a la altura de Padornelo. En un principio
habían parado para hinchar las ruedas pero advirtieron que había al lado un
hotel de carretera que no tenía mal aspecto y finalmente acordamos alojarnos allí.
Creo que fue una buena decisión.
Así podía hacer una colada de urgencia con garantías de que estuviera todo seco
para el día siguiente y cenar pronto. Y las vistas son espectaculares….
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