sábado, 22 de diciembre de 2012

UN LENTO REGRESO

Jueves,  20 de Septiembre
RABANAL DEL CAMINO –LEON


A pesar del día casi festivo de ayer y de haberme acostado tarde, lo cierto es que he dormido como un bendito esta última noche. Hoy toca tomar el camino en dirección contraria a Santiago. Me voy preparando sin prisa pero sin pausa ya que a las ocho hay que abandonar la habitación. Desayuno con el bicigrino brasileño mientras paulatinamente se va vaciando el albergue.
Me despido también de la chica de Huesca que me comenta que va a hacer la subida a la Cruz de Ferro empujando la bici. Le deseo suerte y espero que llegara sana y salva a su meta.
Me quedo todavía un rato con los almerienses, que dicen no haber dormido bien. Era su primera noche en un albergue…. Antes de que marchen uno de ellos me hace la última fotografía en el camino.


Ahora sólo me queda lanzarme cuesta bajo hacia Astorga. El hecho de cruzarme con tanto peregrino/bicigrino me está mortificando por lo que descarto la idea de ir hasta León en bici. En Astorga obtengo información de los horarios de autobuses hasta León. Me dirijo a la estación y saco billete para las once. El empleado de la ventanilla me había advertido de que debía desmontar las ruedas pero finalmente el conductor del bus no me pone ningún impedimento. El trayecto hasta León lo paso durmiendo.
Una vez en León me dirijo a la estación de Renfe para comprar el billete de tren hasta Alicante para el día siguiente. Primera “alegría”. No hay tren directo ya que desde Madrid está completo así que tendré que esperar en Atocha dos horas y embarcar en otro tren. La crisis no afecta a la línea Madrid-Alicante….
Doy mis últimas pedaladas hasta el centro de León: calle Ancha, Catedral y Plaza Mayor en busca del hotel donde me alojé hace dos años.
El resto del día fue un poco más estresante de lo deseado. Tras adecentarme, comer y echarme una reparadora siesta dedico media tarde a buscar una tienda de maletas. Resulta que la compañía de transporte facilita la caja pero me advierten que en ella no entran las alforjas. Pues segunda alegría. Así que va cayendo el sol sin poder hacer el “guiri”.
Por la noche busco un lugar donde cenar en el Barrio Húmedo y no sé si consciente o inconscientemente acabo en la Plaza del Grano y me acomodo en una terraza frente al Convento de las Carbajalas. Mientras ceno veo pasar a los peregrinos que se dirigen a la ceremonia de la bendición. Qué recuerdos y qué envidia.



Viernes, 20 de Septiembre

Al menos esa mañana sí dispongo de unas horas para pasear por el centro una vez solucionado el tema de la repatriación de la bici. León es una constante en los tres años que he estado en el Camino de Santiago y en dos de ellas ha sido para regresar a casa.



Plaza Mayor

Basílica de San Isidoro
Calle Ancha

Calle Rua

De  vuelta al hotel para recoger el equipaje, a la altura de la catedral, veo a un bicigrino que está intentado hacerse un autorretrato. Me ofrezco a hacerle la foto y acabamos almorzando. En su caso se ha dado una vuelta de lo más interesante. Salió de su casa en Cantabria (no recuerdo el pueblo) y recorrió el Canal de Castilla, para luego desplazarse en tren hasta Sevilla y hacer la Via de la Plata. Y desde León tomaba el Camino de El Salvador de regreso a casa.
Me cuenta que durante varios días coincidió con una chica vasca que estaba haciendo la Via a pesar de sus limitaciones físicas. El mundo es un pañuelo por que coincidí con esa bicigrina en el Camino Francés el año pasado. Aunque no la conozca me alegró tener noticias de ella y saber que seguía luchando contra la adversidad. Fue un bonito broche para finalizar mi camino. Ahora ya “sólo” me quedaba un agotador viaje de once horas para volver de nuevo a la vida cotidiana.



DIA 15: ASTORGA-CRUZ DE FERRO

Miércoles, 19 de Septiembre


Hoy me despierto entre desubicado por la comodidad del “albergue” y resignado a completar mis últimos kilómetros en el Camino.
Al ser una etapa tan corta desayuno, todavía con ropa de calle, con toda la parsimonia del mundo mientras leo el periódico. Después de dos semanas totalmente desconectado de la actualidad veo que las noticias siguen girando en torno a los mismos temas. Vamos. Que no me he perdido nada.
Una vez preparado el equipaje y ya enfundado en el traje de faena me pongo en marcha sobre las diez y media.  La ventaja del Camino Francés es que está exhaustivamente señalizado por lo que salir de Astorga no tiene ningún misterio.
A medida que avanzo me voy animando. Hace un día magnífico, con una temperatura agradable y nada de viento. Y peregrinos por todos los lados. Deseo “buen camino” a todo lo que se mueve después de tantos días sin cruzarme apenas con nadie.






Santa Catalina de Somoza

Cuando llego a El Ganso hago una parada en el bar “Cowboy”. Sello la credencial, pido un refresco y pregunto al dueño del bar por el aseo. En pose a lo Elvis me señala a su derecha y pronuncia con voz profunda: “EL”. Por un momento me malicio que en la puerta del baño iba a encontrarme con un cartel que pusiera “el tigre”. Pero no. Pone precisamente eso…….. Todo un personaje este hombre. Eso sí. Las “spanish vaciladas” que se marca con los extranjeros le puede costar un disgusto con algún peregrino susceptible.




Estoy disfrutando de cada pedalada. Nada que ver con la experiencia del año pasado, donde el viento convirtió en una tortura este tramo tan bonito. El camino pica hacia arriba pero la única dificultad reseñable se limita a dos repechos justo antes de llegar a Rabanal del Camino.



A la entrada del pueblo se encuentra el albergue del Pilar. Cuando cruzo el arco de la entrada todavía  todavía no se había alojado ningún peregrino. Saludo a Isabel y le comento que, aunque voy a almorzar, “amenazo” con alojarme allí tras coronar la Cruz de Ferro. Mientras doy buena cuenta de una generosa ración de tortilla me convence para que reserve ya y deje las alforjas. Me da un poco de reparo ser el primero en registrarme pero al menos de ese modo puedo elegir litera en planta baja (al final del día estaba el albergue completo).
En cuanto a recorrer los últimos kilómetros sin peso creo que fue una buena decisión. No tanto por la comodidad  sino por evitar caer en la tentación de continuar un poco más lejos. Por que Manjarín está a un paso y poco después empieza el descenso hasta Molinaseca, a continuación Ponferrada, Villafranca del Bierzo…………. y estando tan cerca de Galicia a ver quién es el guapo que da media vuelta. Y tampoco es cuestión de sustituir las alforjas por las maletas al llegar a casa con la única excusa de que me he liado…
Así que sobre las dos de la tarde, ligero de equipaje, me dispuse a hacer los últimos siete kilómetros de mi camino. El sol apretaba de lo lindo y eché en falta no aplicarme el protector solar. Fue una ascensión casi íntima ya que apenas había peregrinos a esas horas y pude disfrutar del paisaje que no pude contemplar el año anterior a causa de la niebla.




Ya se ve a lo lejos la Cruz de Ferro



Cuando a la salida de Foncebadón ví el poste de la Cruz de Ferro alzándose entre los arboleda empezaron a aflorar las emociones. Tristeza por terminar y satisfacción por haber llegado hasta este lugar tan especial desde la puerta de mi casa. Me sigue impresionando el silencio que lo envuelve y los recordatorios que dejan a los pies del crucero los peregrinos.





Durante la media hora que estuve allí me llamó la atención la cantidad de ciclistas que pasaron. En solitario, en grupo, algunos con coches de apoyo. Y cuando empecé a descender seguían subiendo bicigrinos zigzagueando para salvar el desnivel. Hasta alguno me preguntó cuánto faltaba para coronar.
Regresé al albergue sobre las tres y media, algo tarde para darme un homenaje gastronómico de despedida así que, tras la ducha, como en el albergue, hago un poco de vida social peregrina  y aprovecho para pasear por este bonito pueblo maragato.










A las siete y media acudo a la bonita ceremonia con cantos gregorianos que entonan los monjes benedictinos. Consigo hacer una foto justo antes de que el abad, en tono muy serio, dijera a los asistentes “this is not a show”, que allí se iba a orar.



Esa tarde noche coincidí con un bicigrino brasileño que había salido desde Saint Jean Pied de Port. Admiraba el arte románico y gótico que se había ido encontrando a su paso, fruto de una larga historia en comparación con la relativamente corta de su país.  No sé qué clase de elixir de la eterna juventud tomarán estos brasileños porque a pesar de tener 51 años yo parecía a su lado mucho más mayor. Como anécdota de su viaje me cuenta que los primeros días pasó mucho frío en los albergues. La explicación era que dormía “a pelo”, hasta que en Burgos se decidió a comprar un saco-sábana.
Edilsio (¿o era Edelsio?), como es lógico, continuaba camino al día siguiente y la idea de animarlo a tomar un cocido maragato de cena no me pareció muy apropiada por lo que opté por cenar con él en el albergue.
La sobremesa discurrió entretenida junto a otros bicigrinos. Dos estudiantes almerienses que habían salido ese mismo día desde León y una chica de Huesca que inició su camino en el Somport y que llegó pasadas las ocho en muy malas condiciones físicas. Llevaba varios días “dopada” con analgésicos ya que tenía tocados los tendones de Aquiles. ¡Y al día siguiente quería llegar al Cebreiro! Le dije que me parecía una locura y más en las condiciones en las que estaba pero aún así quería llegar a Santiago en tres días. Finalmente levantamos la sesión a las once y media. Era mi última noche en el camino.


martes, 18 de diciembre de 2012

DIA 14: VILLABRÁZARO-ASTORGA

Martes, 18 de Septiembre


La jornada de hoy se podría definir como una etapa de enlace con mucha pena y nada de gloria. Esta noche no he conseguido dormir de un tirón y me levanto con un dolor de piernas más intenso de lo habitual. Supongo que la fatiga muscular empieza  a pasar factura después de dos semanas de travesía.
Como el bar del pueblo abre demasiado tarde el desayuno se limita a un triste y malísimo zumo de naranja envasado.


Albergue de Vilalbrázaro


Así que comienzo el día pedaleando al ritmo que me permitían mis “piernas de madera”, es decir, muy pero que muy despacio. El paisaje está cambiando. El color amarillento de los campos de cereales va siendo sustituido por los tonos verdes de la vegetación ribereña. A los pocos kilómetros entro en la provincia de León y cruzo el río Órbigo por el puente de La Vizana.





Poco después llego a Alija del Infantado con la intención de desayunar como es debido pero el único bar con terraza que localizo no tiene pan a esas horas y me tengo que conformar con un par de magdalenas industriales para acompañar al colacao. Empiezo a sospechar que el día se va a hacer largo así que descarto distraerme más de la cuenta visitando el pueblo.

Alija del Infantado



A pesar de haberme detenido algo más de media hora en Alija, a la salida del  siguiente pueblo (creo recordar que era Genestacio) me veo obligado a parar de nuevo. Las piernas continúan doliéndome y sigo teniendo esa molesta sensación de estómago vacío.




Sobre la una de la tarde llego a La Bañeza y, aunque es relativamente pronto, opto por hacer un largo descanso y aprovecho para seguir metiendo calorías al cuerpo. Durante el par de horas largas que estuve descansando reconsidero el plan inicial de hacer noche en Rabanal del Camino (con lo “fino” que voy me temo que esos últimos veinte kilómetros picando hacia arriba se pueden convertir en un suplicio) y decido finalizar la etapa en Astorga.
A las tres y media me pongo de nuevo en marcha aunque no por mucho tiempo. A la salida de La Bañeza, justo a la altura de una gasolinera, noto que tengo la rueda trasera deshinchada. Otro para la colección. Esta vez necesito algo más de tiempo para subsanar el pequeño contratiempo. La válvula no está del todo perpendicular a la llanta por lo que tengo que desmontar la rueda para colocarla correctamente antes de hincharla.
Los últimos veinticinco kilómetros de la jornada los hago íntegramente por la Nacional VI. Carretera con largas rectas, poco tráfico y totalmente plana. Sobre las cinco de la tarde ya tengo a la vista Astorga.



Llegando a Astorga

Recorro al centro de la ciudad en busca de la plaza del ayuntamiento para a continuación detenerme frente al palacio episcopal de Gaudí. Y aquí experimento una curiosa y a la vez contradictoria sensación. Elegí esta ruta huyendo de la masificación del Camino Francés y sin embargo, al empezar a ver peregrinos, siento como si estuviera de nuevo en casa.



De todos modos, con el día “regular” que llevo y tras haber completado sobre el papel el Camino del Sureste (el que no se consuela es porque no quiere…)  decido premiarme alojándome en un céntrico hotel.
Cuando me dispongo a registrarme la recepcionista me mira de arriba a abajo con cara de “este se ha equivocado…”. La verdad es que plantarse en un hotel de cierto nivel con ropa ceñida, despeinado y barba de una semana no es la mejor tarjeta de presentación. Finalmente venzo las reticencias de la recepcionista cuando ve que soy capaz de construir una oración subordinada. Ya se sabe que las apariencias engañan.
Lo cierto es que las comodidades de la habitación me abruman después de tantos días pernoctando en lugares mucho más modestos. Me parece raro no tener que extender el saco de dormir. Como todo no va a ser perfecto, a esas horas ya no había servicio de lavandería así que tengo que hacer la colada en el lavabo. Sería de diseño pero cumplió aceptablemente su cometido.
Y para terminar de amortizar la inversión aprovecho la ducha para sacar el polvo a las alforjas. Por cierto. La ducha tenía tantos botones que casi tengo que llamar a recepción para que me explicaran cómo funcionaba. Decididamente tenían que haberme dicho que no tenían habitación y despacharme con una limosna, ja,ja,ja.



domingo, 9 de diciembre de 2012

DIA 13: ZAMORA-VILLABRÁZARO

Lunes, 17 de Septiembre


DIA DE RENUNCIAS


Lo primero que hago al levantarme esta mañana es salir al balcón que hay frente a mi litera y contemplar el río Duero mientras amanece.




Por lo demás hoy tocaba amoldarse a los horarios peregrinos. Desayuno comunitario a las siete, recoger el equipaje y reparar el pinchazo de rigor.  Vamos. Lo normal……….
La norma es que hay que abandonar el albergue a las ocho pero consigo que los hospitaleros franceses toleren mi presencia un rato más hasta que instalo la otra cámara antipinchazos.
Mientras hago el cambio de cámara cuento con la compañía de los dos coruñeses con los que coincidí en Medina del Campo. Están haciendo tiempo hasta la hora de apertura de un taller ya que uno de ellos tiene tres radios rotos. Este par de intrépidos coruñeses, con unos cuantos caminos en sus piernas, tienen pensamientos de adentrarse hoy en Portugal. Van con bicis dobles y son de los que no les gusta esquivar ni una sola piedra, aunque de vez en cuando se les resienta la montura Me comentaron que en Toledo ya tuvieron que cambiar radios. En fin. Sarna con gusto no pica.




Salgo de Zamora por la N-630 que, aunque en los mojones aparece indicada como “carretera de la Ruta de la Plata”, considero más apropiada denominarla  La Infernal,  por la cantidad de camiones de gran tonelaje que circulan por ella. Al principio me resisto a circular por el arcén al estar repleto de gravilla y cristales pero, viendo que lo de adelantar a vehículos lentos respetando la distancia de seguridad es una quimera, al final opto por el mal menor. Mejor sufrir un pinchazo que no acabar planchado por un trailer.
Y, efectivamente, junto antes de llegar a Montamarta noto que tengo la rueda trasera deshinchada. Al menos la inversión en las nuevas cámaras no ha sido en balde ya que sólo en cuestión de meter aire, rodar un poco y volver a  hinchar. Y el hecho de no tener que sacar las alforjas y desmontar la rueda me ahorra mucho tiempo.
Aprovecho la parada para almorzar y descansar del trajín camionero. El descanso es relativo porque recibo una llamada desde el trabajo. Un jarro de realidad después de doce días donde mis únicas preocupaciones se limitaban a cuestiones básicas como el comer y el dormir.
Al poco de abandonar Montamarta llego a la bifurcación con la N-631 que va en dirección a Tábara y continuo recto entre resignado y triste. Es mi primera renuncia del día. Mi “plan oculto”, por decirlo de algún modo, era seguir recorriendo “terra incognita” por el Camino Sanabrés (que tengo entendido que es más montañoso pero también más bonito y menos concurrido que el Camino Francés). El problema es que empecé mi viaje dos días más tarde de lo previsto y los contratiempos me han retrasado casi dos días más y no quiero convertir el camino en una contrarreloj. Para estresarme ya tengo el resto del año.



El camino cruza una y otra vez la infernal así que sigo circulando por asfalto hasta Riego del Camino donde por fin puedo  tomar una pista que, aunque pedregosa, me permite rodar sin tanta tensión hasta Granja de Moreruela, donde paro a comer en el bar que está junto al albergue.
Allí coincido con un peregrino francés que salió hace tres meses desde Bruselas y tras llegar a Santiago ha continuado caminando por la Via de la Plata y quiere llegar a Cádiz. Otro enfermo del camino. El año anterior se propuso visitar los tres santuarios marianos: Chestokova, Lourdes y Fátima. Seis meses recorriendo Europa a pata………. En conclusión: lo mío es una escapada de fin de semana.
Poco después para a comer un matrimonio de bicigrinos andaluces que van con un tándem de carretera tuneado en el sentido de que habían reforzado ciertas partes del mismo para poder utilizarlo por caminos. Ver esa bicicleta totalmente cargada es todo un espectáculo. Lástima que no me ocurriera hacerle una foto.





Sigo alternando asfalto y camino hasta Barcial del Barco. En este pueblo hablo con el encargado del bar “Borox” mientras tomo un refresco, que casualmente se marcha esa misma semana de vacaciones a mi tierra. Tiene por costumbre fotografiar a los peregrinos que pasan por allí y colgarlas en el facebook del albergue. Como despedida me facilita un pequeño plano para ir por camino hasta Benavente





Como curiosidad hay que cruzar el río Órbigo por un puente del ferrocarril.  A juzgar por la vegetación la vía está abandonada pero mientras lo cruzaba noto que las planchas de acero que hay entre los raíles se mueven y dejan entrever el vacío, así que acabo bajándome de la bici y termino de recorrer el puente caminando a paso ligero por si acaso.




Benavente


Lo normal hubiera sido hacer noche en Benavente pero, haciendo caso de las recomendaciones del peregrino francés de Granja de Moreruela y del responsable del bar de Barcial del Barco, sigo hasta Villabrázaro. El motivo es que ambos coinciden en que el albergue de Benavente no está en muy buen estado.
A la entrada del pueblo me encuentro estas curiosas construcciones que resultan ser bodegas. Omito los consabidos parecidos con las viviendas de ciertos habitantes de la "Tierra Media". 



Busco el bar del pueblo, donde hay que registrarse y te hacen entrega de las llaves del albergue, que se encuentra a unos quinientos metros. Esta vivienda rehabilitada me recuerda mucho a la de Montealegre del Castillo. Tres habitaciones con literas y un baño. Y otra vez soy el único habitante de la casa.




Tras la ducha y tender la ropa me siento a la entrada del edificio a contemplar el atardecer. Y durante esos minutos de relajo me viene de nuevo a la memoria la llamada que recibí ayer desde el hogar, dulce hogar. No es que tenga añoranza de las comodidades de mi casa, al menos hasta ahora, pero lo cierto es que tengo a la familia abandonada….  Y se empieza a reclamar mi presencia, cuanto menos para pasar juntos el fin de semana. Así que hago la segunda renuncia del día: este año no llegaré a Santiago. En fin. Otro año será. Pero no quiero regresar sin más. Quiero despedirme del Camino en algún lugar especial y tengo claro donde va a ser:  la Cruz de Ferro.

Esa tarde-noche aprendo una cosa nueva: es posible perderse en un pueblo de trescientos habitantes. Cuando acabé de cenar en el bar ya era de noche y no encontraba la calle donde se encontraba el albergue… Definitivamente voy a pedirle a los Reyes Magos un GPS, ja,ja,ja.