sábado, 24 de noviembre de 2012

DIA 11: GOTARRENDURA-MEDINA DEL CAMPO

Sábado, 15 de Septiembre


Cuando me despierto el primer pensamiento que me viene a la cabeza es el siguiente: ¿Cuántos pinchazos me deparará el día?
El bar abría a partir de las diez así que me conformo con tomar las provisiones que me traía de Ávila. Antes de partir me dirijo a depositar las llaves del albergue en un buzón que hay a la entrada del ayuntamiento y, en ese momento, llegan dos bicigrinos que están haciendo el Camino de Levante desde Valencia aunque por el acento sospecho que son más bien gallegos.


 


Me despido de ellos y comienzo mi jornada con un primer objetivo: recorrer los 30 kilómetros que separan Goterrendura de Arévalo sin sufrir ningún percance. En ese momento me parecía todo un reto después de la jornada de ayer (tres pinchazos en 24 kilómetros).
Para facilitar las cosas hay buena carretera, sin apenas desniveles y nada de viento. Y una pequeña novedad: a diferencia de La Mancha aquí los pueblos se suceden cada pocos kilómetros (Hernansancho, Villanueva de Gómez, El Bohodón y Tiñosillos).
Desde esta última población todavía quedan 15 kilómetros hasta Arévalo pero se hacen amenos contemplando el inmenso pinar por el que discurre la carretera. Aunque veo alguna marca de camino prefiero no tomar riesgos y, además, para circular por las pistas sería más idóneo disponer de un vehículo semioruga por la cantidad de arena que hay en ellas.


Pinar entre Tiñosillos y Arévalo


Una vez en Arévalo paro en el primer bar que veo para desayunar como es debido (aunque creo que fui a parar al establecimiento más cutre de la población….)
Una vez llegado al centro de la ciudad localizo una tienda donde comprar cámaras de repuesto. Primer objetivo conseguido.
En la plaza mayor (donde sí había bares “normales”) coincido con el salmantino con el que compartí albergue anoche y al poco tiempo llegan también los valencianos/gallegos. Uno de ellos lleva adherido al maillot una gran cantidad de bolitas de matorral como consecuencia de un revolcón provocado por una de las muchas trampas de arena que tenía el tramo del pinar.





Castillo de Arévalo



A la salida de Arévalo la carretera se dirige a la autovía. Doy media vuelta y consigo orientarme gracias a cruzarme de nuevo con la pareja de bicigrinos, que van por una carreterilla en dirección a Palacios de Goda.
En esta población iba simplemente a comprar un refresco pero  la dueña del bar (una señora brasileña entrada en años) me “planta” un generoso pincho de tortilla y claro, no era cuestión de hacerle un feo a la señora. Así que media hora de charla y….otro refresco.
Desconozco si el pincho llevaba algún ingrediente secreto que pudiera dar “positivo” en un control pero los siguientes kilómetros los recorro pletórico de energía. Hasta parece que se me ha pasado el “trauma” de los pinchazos porque me aventuro a seguir por camino. Abandono la provincia de Ávila y entro en la de Valladolid atravesando el pueblo abandonado de Honquilana, o mejor dicho, lo que queda de él, porque a pesar de despoblarse definitivamente hace treinta años sólo hay ruinas.



Honquilana



Continuo a buen ritmo hasta San Vicente de Palacio y a partir de aquí el camino va en paralelo a la autovía. Faltaban 9 kilómetros para llegar a Medina del Campo cuando vuelvo a tener otra sesión práctica de mecánica básica, o lo que es lo mismo, otro pinchazo.
Un poco antes de las cuatro de la tarde llego a Medina. Tras hinchar la rueda ( voy a incluir en mi curriculum la faceta de testador de manómetros) en la primera gasolinera que veo, cruzo la carretera y aprovecho para comer junto a un paseo mientras contemplo el famoso Castillo de la Mota.




Castillo de La Mota



Poco después llega el salmantino y me comenta que había reservado plaza en el albergue juvenil, que se encuentra muy cerca. Mientra charlamos aparecen en sentido contrario los dos bicigrinos del Camino de Levante. Volvían de centro de la ciudad ya que a uno de ellos no le hacía mucha ilusión alojarse en el Seminario de los Padres Reparadores que era precisamente la referencia que tenía.
Así que una vez hechas las presentaciones nos vamos todos juntos al albergue juvenil. Un edificio enorme sólo para nosotros. Las instalaciones parecen nuevas, aunque el vigilante nos cuenta que pocas semanas antes unos cacos decidieron “renovar” la sala de ordenadores. Pues otro día sin conectarme….
Hay un denominador común en los contados peregrinos y bicigrinos con los que he coincidido en este ruta y es que ninguno es primerizo en el Camino de Santiago.
El salmantino afincado en Madrid está haciendo un viaje combinado. Bicicleta de Madrid a Medina del Campo y desde aquí inicia en compañía de un grupo la Marcha Teresiana hasta Alba de Torres, una peregrinación en la que se conmemora el último viaje de Santa Teresa hasta esta población en la que se encuentra su sepulcro.
En cuanto a los otros dos bicigrinos (César y Alberto) son dos intrépidos gallegos con muchos Caminos de Santiago y otras rutas en sus piernas que luego cuentan en sus respectivos blogs.

Plaza Mayor de Medina del Campo


martes, 20 de noviembre de 2012

DIA 10: ÁVILA-GOTARRENDURA

Viernes, 14 de Septiembre

………………..Y EL DIA MÁS CORTO

Esta mañana me despierto con la misma sensación que tenía los sábados en mi época de estudiante. ¡Qué gusto da remolonear en la cama una hora más!
Puede que sea por la humedad del río Adaja, junto al que estamos alojados, pero a la diez todavía hace bastante frío. Y me siento un poco extraño vestido de calle a estas horas.



A fondo entrada al albergue de "Las Tenerías"


Puerta de acceso al albergue


Salimos del albergue pasadas las diez y el primer destino es una tienda de bicicletas que ha localizado Jose. Necesito, además de cámaras de repuesto, que me reparen la rueda delantera. Con el “castigo” de ayer se ha soltado la goma que protege la cámara de las cabecillas de los radios. Llegamos justo cuando el encargado está abriendo y encinta la base de la llanta en un periquete. Y por si acaso, le pido que le ponga una cámara nueva porque no me fío del estado en que se pueda encontrar la que instalé ayer.
Una vez solucionados los problemas técnicos, nos dedicamos a visitar el casco histórico de la ciudad. En mi caso rueda en ristre….



Plaza del Mercado Chico



Después de hora y media de recorrido turístico nos sentamos en una terraza y a los pocos minutos nos surge la misma pregunta: ¿Y qué hacemos el resto del día? En ese momento vemos pasar a un cicloturista ……..  Pues la respuesta está clara: continuar el Camino aunque sea haciendo una etapa más reducida (hasta Arévalo, por ejemplo)
Así que vuelta al albergue y a preparar el equipaje. La jornada de descanso se reduce finalmente a empezar a dar pedales cuatro horas más tarde de lo acostumbrado.
Así que a la una de la tarde cruzamos el puente sobre el río Adaja y, a menos de un kilómetro, nos hacemos la foto de despedida de Ávila desde las columnas romanas conocidas como los Cuatro Postes.


Vista de Ávila desde los Cuatro Postes

Los primeros kilómetros son en descenso para luego comenzar a ascender hasta Narrillos de San Leonardo. Este tramo se hace por carretera y, como de costumbre, pierdo de vista al valenciano. Lo que no sabía en ese momento es que iba a ser la última vez que íbamos a coincidir.
A la salida de este pueblo el camino está jalonado de bloques de granito y vestigios de calzada romana. Cuando finaliza este particular “jardín de piedra” pincho la rueda trasera. Empezamos bien la jornada. Poco más de diez kilómetros y ya tengo la bici boca arriba. ¡Otra vez los abrojos!
Como son más de las dos, me cobijo bajo un viaducto y aprovecho para comer.






El siguiente pueblo es Cardeñosa y pregunto por la gasolinera más cercana. Unos chavales me contestan que la más próxima está en Hernansancho. Continuo camino hasta Peñalva de Avila y desde este punto decido seguir por asfalto.
Cuando me aproximo a un pueblo que no aparecía en mi ruta, Las Berlanas, noto que pierde aire la rueda delantera. Bueno, bueno, bueno………….. Ya me estoy mosqueando.
Por buscarle el lado positivo a la cosa me animo pensando en la destreza que estoy adquiriendo en el cambio de ruedas. Estoy por enviarle un curriculum a Ferrari. Afortunadamente en el pueblo hay un taller de tractores y puedo hinchar la rueda.
Salgo de Las Berlanas ya con la idea de continuar el resto de la etapa por carretera y cuando había recorrido poco más de un  kilómetro la rueda delantera emite un seco “plaf”. Vamos progresando. He pasado del pinchazo al reventón. Ya no sé si reirme o llorar. ¿Será la llanta? ¿Habré hinchado de más la rueda? ¿Estará mal colocada la cámara? Tres percances en poco más de 20 kilómetros acaban con mi paciencia, por lo que decido empujar la bici hasta el siguiente pueblo y dar por finalizada la etapa.
El siguiente pueblo se encontraba a sólo tres kilómetros: Gotarrendura. En este pequeño pueblo (60 habitantes) pasó su infancia Santa Teresa de Jesús. Y recordaba, de la lectura de mi guía fugitiva, que disponía de un bonito albergue. Como se suele decir, Dios aprieta pero no ahoga.
Así que llego a esta población con un cóctel de sentimientos negativos: aburrimiento, enfado, desánimo y frustración. Sólo pienso en ducharme, cambiarme de ropa y olvidarme de este día nefasto. Mañana Dios dirá…
De camino al bar, donde se lleva el registro de los peregrinos y facilitan la llave del albergue, me cruzo con un señor que está sentado a la puerta de su casa y se fija en la rueda pinchada  Le comento el día frustrante que llevo y que mañana ya vería como me las apaño para acercarme a Arévalo para comprar recambios.
Resulta que este hombre es el “manitas” del pueblo y se ofrece a repararme el pinchazo. Me confirma que la cámara tenía una raja de un par de centímetros. Afortunadamente no había tirado la otra cámara y la parchea. José María es todo un personaje. Durante muchos años fué tramoyista en un circo para después trabajar en todos los oficios relacionados con la construcción. Macgyver es un aficionado en comparación con él. Para botón de muestra utiliza como compresor un motor de de nevera.

José María frente a su casa/taller


Mientras ceno en el único bar del pueblo llamo al valenciano para saber por dónde anda. Me explica que como el recorrido es totalmente llano ha avanzado más de lo previsto y está a punto de llegar a Medina del Campo.

Si en la crónica anterior catalogaba de cinco estrellas el albergue de Ávila, el albergue “Entre Adobes” de Gotarrendura es de categoría superior. Es una vivienda rehabilitada de adobe y construída en plan “rollo sostenible” (tiene placas que generan tanto energía solar térmica como fotovoltaica). Tiene capacidad para 16 personas, ducha, cocina, salón con televisión y un patio interior (ideal para guardar la bici) con barbacoa . Sólo le falta el jacuzzi…………
Y esa noche sorprendentemente no estoy solo. Están alojados una peregrina francesa y un bicigrino salmantino afincado en Madrid.





sábado, 17 de noviembre de 2012

DIA 9: SAN MARTIN DE VALDEIGLESIAS-AVILA

Jueves, 13 de Septiembre



EL DIA MÁS LARGO………
  

Esta mañana toca abrigarse. El viento del norte que empezó a soplar a medianoche hace que el día comience fresquito (a la diez había unos modestos doce grados).
Hoy la etapa es relativamente corta en kilometraje (65 km) aunque tiene el perfil más duro de todo el Camino del Sureste/Levante al tener que superar dos puertos para llegar a Ávila.
Salimos de San Martín por la N-403 con el pacto tácito de ir cada uno a su aire. A los pocos kilómetros abandono la concurrida nacional para tomar la AV-502 Es una carretera con poco tráfico, que alterna subidas con bajadas y con un paisaje en el que predominan los pinares. Mientras me voy aproximando a Cebreros (pueblo natal de Adolfo Suarez) empiezo a sospechar que me he saltado algo que tenía anotado como visita obligada: La Venta Juradera o de los Toros de Guisando. Y así es. A la salida de San Martín había una marca de camino a la izquierda que pasamos de largo y que se dirigía a ese lugar. Cachis…………







Cebreros


Cuando llego a Cebreros me las prometo felices ya que en poco más de una hora he cubierto una cuarta parte de la etapa. Callejeo por el pueblo y a la altura de la iglesia me pongo a charlar con un operario que siente curiosidad al ver que voy con el equipaje a cuestas. En los pocos minutos que dura la charla observo que cada vez hay más gente (todos con traje de Domingo) congregándose a la puerta de la iglesia. Retomo la marcha en dirección hacia la multitud confiado en encontrar un hueco por donde pasar pero a los pocos metros freno en seco y doy una discreta media vuelta. Casi paso entre la fila de personas que esperaban a dar el pésame a los deudos……………..
Una vez esquivado el funeral y mientras callejeo en busca de un bar donde almorzar me cruzo con el valenciano, que ya se dispone a continuar. Nos despedimos y nos emplazamos en Ávila.
Tras dar buena cuenta de un bocata de calamares (creo que la “gula” me salvó ese día) me dirijo a las afueras del pueblo. Doy una vuelta por los alrededores del Museo de la Transición y empiezo a negociar las primeras rampas del Puerto de Arrebatacapas.
Calculo que a menos de un kilómetro estaba el desvío por camino pero prefiero seguir por asfalto. Aunque la alternativa por camino es mucho más corta hay que salvar un desnivel considerable. Que tenga que hacer “empujing” no me importa pero aquello tenía pinta de estar tan empinado que hubiera tenido que hacer dos viajes (uno para la bici y otro para las alforjas).
Como voy a ritmo de “molinillo” voy contando las curvas para distraerme y hago pequeños descansos donde aprovecho para hacer fotografías. Y la feliz idea de dejar la bicicleta apoyada en el quitamiedos iba a “alegrarme” el día, ya que los márgenes de la carretera esconden un matojo muy simpático, los abrojos (también escuché en otros pueblos de Castilla denominarlos “alforjos” y “abreojos”), que tiene un fruto más gracioso aún: una especie de cardo con unas púas muy duras que pinchan hasta ruedas de tractor.
Pues bien. Cuando ya  divisaba el cartel del puerto unas cuantas curvas más arriba me doy cuenta que llevo la rueda trasera pinchada. La carretera no es muy ancha así que busco un lugar donde poder cambiar la cámara a resguardo del tráfico. Saco de la cubierta una decena de estas puñeteras bolitas. Cuando finalizo la operación y coloco de nuevo el equipaje no me puedo creer lo que estoy viendo y empiezo a mirar por los alrededores por si encuentro dónde está la cámara oculta. ¡La rueda delantera también está pinchada! Para lo que queda opto por empujar la bicicleta hasta el alto del puerto y de ese modo cambiar la otra cámara con más tranquilidad. El doble pinchazo me cuesta una hora de parón.






Tras el bricolaje, el Puerto de Arrebatacapas me depara una sorpresa. Una vez coronado, la carretera desciende durante un kilómetro y vuelve a subir durante cinco kilómetros más. Además, en este segundo tramo el puerto se abre y ya no tienes la protección de la ladera de la montaña frente al viento.
Así que si combinamos mi preparación “olímpica”, con el viento y un par de ruedas más pegadas al asfalto de lo recomendable (fui incapaz de meter más de dos kilos de presión a cada una de ellas) el resultado es un bicigrino con media estocada. Para redondear la cosa me quedo sin agua (no tuve la precaución de reponer agua en Cebreros)  y me tengo que conformar con un caramelo para poder salivar porque tengo la boca seca.
A paso de tortuga voy avanzando hasta el final de la subida sorpresa sin ver ningún cartel que me indique cuánto falta hasta el siguiente pueblo y sin cruzarme con nadie.
Afortunadamente los últimos tres kilómetros hasta San Bartolomé de Pinares son en descenso, donde llego a las cuatro y media de la tarde. ¡Vaya si me está cundiendo el día!




En San Bartolomé voy en busca de algún lugar donde reponer fuerzas e hidratarme. Se me acerca un anciano preguntándome si iba al albergue. Menuda tentación pero todavía es pronto para finalizar la jornada. Localizo un bar y me aprovisiono de refrescos, agua y algo dulce que comer.
El mesonero que lo regenta es un cachondo mental. Mientras espero a que me atienda le está contando a unos clientes una anécdota sobre una chica que en plena vendimia había sufrido la picadura de una avispa en cierta parte delicada y se tronchaba de la risa explicando el “cuadro” de ver a la madre aplicando hielo para rebajar el hinchazón.
Luego toca mi turno y al ver que era peregrino me sella la credencial y durante la conversación me facilita dos datos de interés en el trayecto hasta Ávila, de los cuales uno se revela verdadero y el otro mentira………piadosa.
Los siguientes cuatro kilómetros hasta El Herradón son en descenso y a partir de este pueblo comienza la subida al puerto de El Boquerón. Y aquí descubro la mentirijilla o el exceso de optimismo del tabernero, que había estimado la subida en cinco kilómetros. Cuando llevo recorrida esa distancia levanto la cabeza y veo como hay vehículos que circulan mucho más arriba. Y empiezo a encontrarle sentido al nombre del puerto porque me estoy quedando “boquerón” en lo que a fuerzas se refiere. Qué momento más tonto para coger una pájara………Así que los cuatro kilómetros extra de subida me toca hacerlos cual costalero de Semana Santa, despacio y con los correspondientes descansos. Cuando corono son casi las ocho de la tarde y queda poco más de media hora de luz solar.





En los diez kilómetros que restan hasta Ávila gasto las pocas energías que me quedan. El descenso es  poco pronunciado (el puerto se corona a 1.300 metros y la ciudad se encuentra a 1.100 metros de altitud) y el hecho de llevar los neumáticos con poca presión hace que, aunque me empeñe en dar pedales, no supere los 25 km/hora.
Cuando ya se puede observar a lo lejos las primeras construcciones de la “ciudad amurallada” tomo el carril bici que hay a la izquierda de la carretera pero el último kilómetro lo hago empujando. Ya no puedo más.
Justo antes de adentrarme en el casco urbano hay una gasolinera. Consigo hinchar la rueda trasera pero no así la delantera. Para mí que ha dimitido, ja,ja,ja… Pues nada. A caminar que es sano.
Y cuando paso por los primeros edificios me acuerdo de las palabras del mesonero de San Bartolomé : “ten cuidado no vayas a confundirte de albergue a la entrada de Ávila y te metas en uno con luces rojas”. Pues tenía razón el muy cachondo. Me imagino que habrá hecho alguna que otra gestión allí…

 Una chica me explica cómo llegar al centro de la ciudad y me advierte que tengo para una hora caminando. ¡Será por kilómetros y  más hoy que voy “sobrao”!. Llamo al valenciano para advertirle que me queda un rato. Me cuenta que le ha costado lo suyo que le abrieran el albergue ya que el encargado de las llaves estaba de viaje.



Avila "la nuit" de camino al albergue


Efectivamente,  tardo casi una hora en llegar al albergue de “Las Tenerías”. Tras localizar el casco antiguo hay que girar a la derecha y bordear las murallas hasta llegar al puente sobre el río Adaja. Son las nueve y media de la noche cuando franqueo la puerta del albergue.
Jose me da una alegría cuando llego. Ha comprado pasta y bebida para así poder cenar en el albergue. Mejor así porque no estoy para vueltas turísticas a esas horas. Cenamos pasadas las once y quedamos en tomarnos mañana el día con tranquilidad después del sofocón de hoy.
Por cierto. El albergue es todo un cinco estrellas  y además de donativo.






martes, 13 de noviembre de 2012

DIA 8: TOLEDO-SAN MARTIN DE VALDEIGLESIAS

Miércoles, 12 de Septiembre


Definitivamente no hay manera de comenzar una jornada pronto. Mientras desayunamos en el buffet del albergue nos aborda una pareja de empleados del castillo interesándose por lo que hacemos. Me sorprende su curiosidad por que no somos los primeros, ni seremos los últimos, peregrinos/bicigrinos que hacemos noche allí.
Tras la charla divulgativa acerca de qué hace un valenciano y un alicantino que han coincidido en Albacete y se dirigen a Santiago, hago las últimas fotos de la ciudad desde el jardín.





Vista de El Alcázar desde el Castillo de San Servando
 

A las nueve y media nos ponemos en marcha. Hay que dejar a la izquierda las murallas de la ciudad hasta llegar a la Puerta de Bisagra y, a la altura de la rotonda de la Reconquista, tomar la Avenida de Carlos III y por último buscar otro rotonda, la Plaza de Avila, que te deja junto al río, abandonando la ciudad por un paseo fluvial en dirección noroeste. A partir de aquí hay indicaciones del GR.


Puerta de Bisagra



Los primeros kilómetros son por asfalto y, una vez superada una cantera, con mucho tráfico de camiones, tomamos el camino señalizado en dirección a Rielves. Una constante de estas jornadas por La Mancha es que los caminos, como consecuencia de la falta de lluvias, están literalmente ”hechos polvo”, por lo que sería más correcto hablar de “surcar los caminos” más que rodar por ellos. Y como novedad, hay un tramo junto a una finca  hípica donde hay más arena que en la playa de mi pueblo.




En Rielves los Caminos del Sureste y de Levante se bifurcan para volver a unirse en Escalona. El primero pasa por Huecas, Novés y Quismondo y el segundo atraviesa Torrijos y Maqueda. Tras el “éxito” de mi navegación por tierras conquenses, decido seguir la referencia de Jose, que opta por cubrir el trayecto hasta Maqueda por la N-403 (carretera Ávila-Toledo), que no soporta demasiado tráfico al ir paralela a la Autovía de La Mancha. En los tramos de asfalto la híbrida se convierte en un corcel mientras que mi burra……….burra se queda…..





 
Son casi las tres cuando llego a Maqueda y me reencuentro con el valenciano en la terraza  de un curioso bar. El establecimiento tiene cerrado el acceso al interior con una reja y el hostelero despacha en una pequeña barra que da al exterior. Está a punto de cerrar (no reabre hasta pasadas las cinco ya que no suele venir nadie en ese intervalo), así que aprovecho para pedir un par de refrescos, me acomodo dos sillas y me pongo en posición de siesta peregrina.


Castillo de Maqueda


Rollo jurisdiccional (Maqueda)


Restos fortaleza árabe (Maqueda)


Tras la hora y media de descanso seguimos por camino en dirección a Escalona y en los amplios paisajes manchegos se introduce una novedad. Los Montes de Toledo se yerguen al fondo.





Una vez llegados a Escalona se me antoja meter algo de gasolina en el cuerpo porque empiezo a sospechar que la ruta va a empezar a endurecerse a partir de aquí. Y no voy desencaminado.
Cuando llego a Almorox llamo al valenciano y me informa de que a partir de ese pueblo la carretera se empina cada vez más. Son ya las siete de la tarde y quedan todavía unos veinte kilómetros hasta el fin de etapa, así que me preparo para el zafarrancho. Me aprovisiono de agua, me quito las gafas de sol e instalo las luces en la bici.
Y, efectivamente, la carretera se empina más y más. Será por que llevaba rodando una semana sin apenas desniveles o bien porque subir cuestas a última hora del día no sea el mejor momento, al menos para mí, pero esos últimos kilómetros se me hacen muy largos. Voy haciendo pequeños descansos para recuperar el resuello así que no me detengo mucho a apreciar el bonito pinar por el que pasa la carretera.
Finalmente la subida termina a la altura del cartel que anuncia la entrada en la Comunidad de Madrid,  desde donde se observa el pueblo de San Martín de Valdeiglesias.





Afortunadamente los últimos kilómetros son en descenso y llego al pueblo pasadas las ocho de la tarde. Mientras me dirijo hacia el Ayuntamiento me llama la atención que hay muchos comercios cerrados, cosa lógica por la hora, pero también lo están los bares que veo a mi paso. Finalmente veo al valenciano sentado en la terraza de una hamburguesería (de nombre “McPacos”….). y me cuenta lo que pasa. Ayer finalizaron las fiestas del pueblo y hoy están casi todo el mundo descansando.
Además me explica que ha preguntado en la policía municipal por el alojamiento y le han dicho que tenemos que esperar hasta las diez y media porque el encargado del polideportivo está en Madrid y ellos no disponen de llaves.
Aprovechamos para cenar en la hamburguesería, que es lo único que está abierto, y a la hora convenida nos acercamos al cuartel de los municipales. Nos piden el DNI y nos explican con naturalidad que es para controlar que no tengamos antecedentes. Uff. Cuando escucho eso me pongo a hacer un rápido repaso de mi vida por si hubiera hecho algo digno de estar en un informe policial……
Una vez fichados y “sellados” (la credencial), nos dirigimos a la parte alta del pueblo, donde se encuentra el polideportivo, a esperar a que nos abrieran. La guasa es que el encargado no llega hasta las doce y si llega a tardar un poco más nos encuentra durmiendo hombro con hombro.
El encargado llega medio mosca por que ha tenido que venir expresamente de Madrid para abrir y nos dice que le hemos pillado por casualidad porque al día siguiente se iba de vacaciones. No entiende, y nosotros tampoco, que la policía municipal no disponga de llaves de todas las dependencias municipales. Para endulzar más la peripecia resulta que sí tiene las llaves pero no la contraseña de la alarma por lo que avisan a los “munisipales” de que va a saltar. !Y acaban de pedirnos nuestros dato!, ja,ja,ja En fin. Cosas de nuestra querida Españistán……..
Así que una ducha “alter hours” y a domir en la habitación más grande que iba a tener en todo el Camino. Todo un tatami para dos personas.