Domingo, 8 de Septiembre
Disponer de una habitación para
mí solo y una buena cama no me ha garantizado el descanso. No conseguí quedarme
traspuesto hasta las dos y media de la madrugada. Cosas de alojarse un sábado
por la noche en una calle contigua a la zona de ambiente de una ciudad. Pero
tampoco es cuestión de quejarse demasiado ya que al menos he podido dormir algo más de cuatro horas. En cambio, mi
anfitrión y guía, tras finalizar su jornada laboral a las siete de la mañana, se
ha puesto el otro traje de faena y a las ocho y cuarto estaba como un clavo a
la puerta del albergue.
Paco me lleva hasta una churrería
cercana, frente a la plaza de toros, donde desayunamos. Los churros de primera
y de alto octanaje. Cuarenta kilómetros de autonomía asegurados.
De Cáceres se sale por una
carretera sin arcén que se abandona a los pocos kilómetros para continuar en
paralelo, a resguardo del tráfico, hasta Casas de Cáceres. Una vez atravesada
esta población, ya se sigue por camino, al principio en subida para después
rodar por un altiplano en el que no puedes dejar de dar pedales. Según Paco da
igual el sentido en el que lo recorras. La sensación es la misma. Y lo cierto
es que es de agradecer ir acompañado al ser un tramo solitario e inhóspito.
Adelantamos a un par de
peregrinos y tras abrir una cancela, nos adentramos por una senda arenosa,
afortunadamente más compactada de lo habitual gracias a la lluvia de ayer, en
la que se encuentra el tan fotografiado depósito de miliarios romanos. Le
comento a Paco que pensaba que me iba a encontrar muchos más, a lo que me
responde que el resto, probablemente, haya servido para construir los muros de
piedra que separan el camino de las fincas colindantes. Un caso práctico de
reciclaje.
El camino se interrumpe a la
altura de la nacional por las obras del AVE. Y este es el punto donde Paco
finaliza su labor de escolta y yo he de continuar en solitario. Mil gracias por
tu compañía, consejos y atenciones en estas dos jornadas.
La carretera desciende, bordeando
el embalse de Alcántara, hasta el puente sobre el río Almonte, para luego ir
remontando hasta el río Tajo. Nuevo descenso y otra subida a la altura del club
naútico. Cuando me queda poco para finalizar esta última ascensión me desvío a
la izquierda en busca del albergue que hay junto al embalse, ya que voy justo
de agua. El acceso no está muy bien indicado, probablemente porque las señales
de tráfico en este tramo están tapadas por trabajos de mantenimiento. Cuando
localizo el albergue está cerrado. Son las once y media y no abre hasta las
doce. Pues a esperar en la terraza contemplando el paisaje, si bien la espera
se reduce a quince minutos. Me tomo un refresco, cargo el camel-bag, sello y a
continuar.
La gracia de desviarse es que hay
que subir los quinientos o seiscientos metros que con tanta alegría había
bajado hasta llegar de nuevo a la carretera. Las señales del camino aparecen de
inmediato a la derecha. Un camino “alfombrado” de roca y con una fuerte pendiente
que me obliga a empujar casi un kilómetro. Al menos las vistas merecen la pena.
Una vez arriba me viene a la
cabeza la descripción que me había dado Paco de este tramo del camino en
dirección a Cañaveral. El problema no es el desnivel, ya que es prácticamente
llano, sino el piso. Una pista con piedras incrustadas que hace muy incómodo el
pedaleo, similar a cuando se pasa sobre las rodadas de un tractor. Un estupendo
banco de pruebas para los fabricantes de pegamento de dentaduras postizas.
Diez kilómetros de traqueteo
atravesando explotaciones ganaderas con algún que otro desvío como consecuencia
de las obras del AVE. Cuando llego a la altura de Cañaveral las marcas del
camino parecen indicar que hay que continuar recto, alejándome del pueblo. Son
casi las dos y el sol empieza a apretar, por lo que prefiero ir sobre seguro,
siguiendo los indicativos del GR del Camino Natural del Tajo. La dirección será
la correcta pero me encuentro con una senda de rocas escalonadas, algunas de
ellas pulidas, con el consiguiente riesgo de dar un traspiés. Bonito camino
éste. Lo he empezado empujando y lo termino descabalgado por seguridad.
Cañaveral |
Así que, entre cocido y aburrido
por este “divertido” tramo, paro en el primer bar que hay a la entrada de
Cañaveral a hidratarme y llenar el buche a cubierto del Lorenzo. El hostelero
me dice que puedo bañarme en la piscina. Tentador pero declino la oferta.
Primero, porque seguiría expuesto al sol y segundo, porque si me pongo el bañador,
corro el riesgo de que me entre la perrera y dé por terminada la jornada.
Mientras como, llega un peregrino
al que había adelantado cuando todavía iba en compañía de Paco. Viene
chorreando y se bebe litro y media de agua de una sentada. Tenía tanta sed que,
al ver el cartel anunciador del bar, ha pasado por debajo del guardarrail de la
carretera en lugar de seguir el camino. Lo dicho. La poca señalización del
albergue del embalse ha hecho que lo pasara de largo. Una faena si vas a pie.
A las cuatro y media, a pesar del
calor, me hago el ánimo de continuar. Atravieso el pueblo en subida y paro en
la gasolinera que se encuentra a la salida para hacer unas compras. El encargado
me dice que es la primera vez que se encuentra a un ciclista que, además de
algunas chucherías, compra un mechero y un paquete de tabaco. Le contesto que
tiene que haber de todo y yo soy la vergüenza del gremio, ja,ja,ja.
Antes de marcharme le pregunto si
voy bien para ir por carretera a Grimaldo y me contesta afirmativamente: “Sí,
por el puerto….”. Ein!! ¿Que la graciosa cuesta que recorre el pueblo es el
comienzo de un puerto? Pues va a ser que sí: el Puerto de los Castaños. De
todos modos los cuatro kilómetros de subida no fueron para tanto. Creo que el
tramo más empinado era precisamente el que atravesaba Cañaveral. Y a mitad de
subida hay zonas de sombra que lo hace más llevadero. Se corona al llegar a una
rotonda frente a un puticlú. Estoy
empezando a sospechar que lo de la Ruta de los Paradores es un nombre en clave…
A partir de aquí poca historia.
Los experimentos me los dejo para las mañanas así que, una vez en Grimaldo, descarto
ir por la famosa finca en la que está cortado el paso y opto por tomar la
alternativa de la carretera a Holguera, casi todo en descenso, y de ahí hacia
el “misterioso” pueblo de Riolobos. Lo califico así porque no hay un solo panel
indicativo hasta llegar allí, y el que anuncia la entrada en la población está
descolorido. Vamos, que una manita de pintura no le vendría mal.
Cruzo de una punta a otra el
pueblo y ni rastro de señales para ir a Galisteo. Pregunto a un vecino y me
explica que la carretera se encuentra justo a la entrada del pueblo. Pues venga,
kilómetro y medio de propina.
Como no queda demasiada luz solar
(son más de las siete) decido terminar la jornada en Galisteo, al que se accede
por una buena cuesta. Me voy a acordar del ardor guerrero de nuestros
antepasados y la manía de situar las poblaciones en alto….
Me detengo a la altura de un
hostal y consulto mi guía. Hay un albergue municipal pero hay que llamar a un
teléfono para que te faciliten las llaves. El problema es que son más de las
siete y media de un domingo, es el Día
de Extremadura y un coche anuncia por megafonía la celebración de un acto en la
plaza del pueblo para las ocho. A ver quién es el guapo o guapa que viene a
abrirme y a qué hora. Así que opto por
quedarme en el hostal que, además, dispone de bar.
La bici hay que subirla a la
celda, digo a la habitación. Las instalaciones…….en fin, por diez euros tampoco
me voy a poner exquisito.
Me ducho haciendo malabares para
que mis cosas no toquen el suelo y tiendo la ropa en un callejón, donde veo ropa
de ciclista que me resulta familiar.Durante la cena descubro que pertenece a
dos franceses entrados en años y que juraría que son los que vi de manera fugaz
de camino a Aljucén.
A las nueve y media, mientras me
sirven el postre, estoy empezando a dar cabezadas, así que me apresuro en
acabar. La escalera que da acceso a las habitaciones se encuentra junto a la
cocina así que toda la planta está ambientada con una penetrante fragancia de “eau
de fritangue”. Acogedor lugar éste. Pues a apagar la luz que para lo que hay
que ver….
bufff...que recuerdos...ademas es que yo hice las etapas calcadas a ti...
ResponderEliminarPara ser justos en todo caso sería yo el que ha hecho las etapas calcadas a tí, al menos hasta Zamora.....
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