domingo, 19 de diciembre de 2010

1º DIA: ST.JEAN PIED DE PORT-RONCESVALLES (Y "PROU")

Viernes, 10 de Septiembre
Distancia: 28 kms.
Salida a las 10,45 y llegada a las 19,00 horas.


Me despierto a las siete y media y, al asomarme a la ventana, veo que hay niebla. Bueno, eso al menos significa que el cielo está despejado. Buen presagio.
Desayuno y voy preparando con calma el equipaje, e incluso  hago un último descarte de ropa, ya que no me entra toda en las alforjas.
Total, que entre que termino de equipar la bici y va levantándose la niebla se me hacen las     ¡las diez y media! ¡Menudo peregrino madrugador¡
Me despido del "cuñao" y, por fin, me pongo en marcha, empezando a notar de  inmediato una gran sensación de libertad. ¿Tan pronto se notará la magia del camino? A los 200 metros descubro el motivo. Con la emoción me había dejado el casco......... Cuando a los pocos minutos me vio volver mi cuñado pensó que ya me había rajado, ja,ja,ja.
Venga. Ahora sí que sí. Entro en Saint Jean y rodeo la villa, dejando a mano izquierda la Port D´Espagne. Veo el cartel del "Chemin de Saint Jacques". Ya estamos en el lío. La carretera gira a la derecha y me encuentro con una cuesta. Pues habrá que subir piñones.......el 6, el 7, el 8.... Huys. Esto se sigue empinando. ¿A que me quedo clavado? ¿A que me toca poner el "molinillo?. Pues va a ser que sí. Llego a duras penas al final de la cuesta y tengo que parar. Observo el cuentakilómetros. 700 metros.... y ya estoy parado cogiendo aire. Pues sí que va a ser divertida la jornada.
Aprovecho la "paraeta" para quitarme el chubasquero por que con el sofocón ya me molesta.
Retomo la marcha y durante tres o cuatro kilómetros la carretera es un contínuo sube y baja, pero el paisaje que me voy encontrando me anima a seguir.





 





Llego a Huntto y la cosa ya se pone seria.  Me detengo de nuevo para coger aire, en una zona sombreada, al lado de una curva donde se aprecia el desnivel de la carretera y aprovecho para charlar con un matrimonio de peregrinos franceses.
Prosigo la marcha y unos cientos de metros después me tengo que volver a parar. Nada. Será cuestión de sentarse, admirar el paisaje y tomar algo dulce, por lo que pueda venir. Cuando quiero retomar la ruta el desnivel no me permite subirme a la bici, por lo que me veo obligado a practicar el noble arte del "empujing" y aun así tengo que ir haciendo paradas ya que la bici tiene querencia a ir en sentido contrario. La penitencia de las alforjas. Y los peregrinos me van adelantando entre sonrisas. Una buena señora aprovecha mi enésima "paraeta" para impartir una ponencia sobre nutrición y deporte que, parafraseando a Benito Floro, podría titularse algo así como "la importancia de los frutos secos en el deporte de montaña", y voy asintiendo de manera educada esperando que termine su disertación y  me deje a solas con mis jadeos.
Y así, como dice la canción, "un ratito a pie y otro caminado", alcanzo la mesa de orientación de Orisson no sin antes superar otro cuestalón del quince.
                                                                                                                                                                             
Saint Jean desde la mesa de orientación de Orisson
 
Allí me encuentro con un peregrino canadiense, de Québec, corpulento, ataviado con sombrero y un barrigón del tamaño de su mochila y eso sí, muy majo.
Charlo un rato con él y aprovecho para rellenar los bidones en la fuente que se encuentra allí. A lo lejos se observa el gran árbol que he visto tantas veces en fotografías.
A continuación la carretera comienza a descender, por fin, y desemboca en el refugio de Orisson, último lugar habitado hasta Roncesvalles.
La terraza está repleta de peregrinos. La hora, ya es la una de la tarde, y las preciosas vistas que se contemplan desde allí invitan a hacer una parada más larga y recargas baterías.
Así que saco unos sandwiches envasados que compré la víspera y me dispongo a dar buena cuenta de ellos, cuando se me acerca un hombre y me dice: "perdona, eres tú el de alacant?".  !Coñis. Hasta aquí me conocen!.
El hombre me explica que ha sido el matrimonio francés con el que había charlado más abajo el que había desvelado mi origen. Ya me quedo más tranquilo.
 El paisano (creo que era de San Vicente), que también va solo, me comenta que va a hacer noche en este refugio. Mientras charlamos termino de comer, me tomo una infusión y empiezo a mentalizarme que hay que volver a arrancar. Y a lo lejos la carretera vuelve a empinarse...........
Retomo la marcha y voy avanzado, a ritmo cansino, pero al menos sobre la bici. La pendiente ya no es tan brutal como en los kilómetros anteriores.


Los árboles van desapareciendo progresivamente del paisaje y ya no se ven peregrinos. Como única compañía algún rebaño de ovejas y unos inquietantes buitres que espero que no estén pensando en la cena. 



Virgen de Orisson/Biakorri

Y así llego a uno de los hitos de esta primera etapa. La Virgen de Orisson. Es una pequeña talla enclavada sobre una roca que ya había visitado años atrás.  Pero si aquella primera vez me sorprendió su curiosa ubicación, esta vez me reconfortó su contemplación y creo que inconscientemente  le pedí ayuda para terminar el día.
Según el libro de ruta estaba a 1.095 metros de altitud lo que significaba haber superado un desnivel de casi 900 metros en poco más de diez kilómetros. P´a habernos matao...




A partir de aquí soledad y silencio, sólo interrumpido por el sonido del viento. Me siento insignificante ante las montañas que me rodean y me provoca una extraña sensación de paz. Uno de esos momentos que invitan a la meditación.
Supongo que el hecho de que hiciera un día espléndido multiplicaba estas sensaciones.




Y así va transcurriendo la tarde hasta que me encuentro con el primer "personaje" del Camino. Ensimismado en mis pensamientos veo a lo lejos una furgoneta  de color blanco aparcada a la izquierda de la pista. Cuando llego a su altura, veo a un señor acomodado en una tumbona junto a una tienda de campaña .
"Vaya, un excursionista que quiere vivaquear en plena montaña", pensé. Lo saludo y en ese momento se levanta  al grito de "último sello de Francia".
Bueno. Habrá que ir utilizando la credencial. Así que me aproximo y observo que tiene montado un pequeño tenderete con refrescos. Me pido un zumo de naranja mientras me pone el sello.
Por el acento diría que es holandés. El tío es un políglota. Habla español, francés, inglés y alemán. Además lleva una curiosa estadística de los peregrinos que transitan por ese punto en función de su nacionalidad, la cual apunta en la puerta de la "flegoneta".



A los pocos minutos llega al "chiringuito" un chaval alemán, espigado y con un mochilón que pesaba 16 kilos. Eso es llevar la casa a cuestas y lo demás son tonterías.
Tiene pinta de ir bastante tocado. De la conversación a tres bandas (español, inglés y alemán) me entero de una buena noticia. Estamos a 1.200 metros de altitud. Ya queda menos......


Alex (el peregrino alemán) y el holandés del chiringuito


Me despido de los dos y a los pocos metros encuentro el desvío hacia Roncesvalles, lo que supone abandonar la pista asfaltada que he seguido durante toda la jornada.
Paro junto al cartel que indica Roncevaux-Orreaga y me alcanza el muchacho alemán.
Nos hacemos un par de fotos y me pregunta si sé cual es la dirección correcta. No es que me haya sacado el carnet de explorador pero por sentido común le comento que hay que seguir el surco que se observa en la hierba y que conduce a una cruz (La Croix Thibaut), y de ahí parte una senda hacia arriba.
Decido caminar junto a él un rato y bendita decisión, ya que el sendero  tiene un tramo de rocas escalonadas y hay momentos en que no puedo empujar la bici debido al peso del equipaje. Si no es por la ayuda de Alex no sé si hubiera podido franquear ese paso, que resultó ser el acceso al Collado de Bertartea, última montaña en territorio francés.
Desde el collado hay unas vistas impresionantes. Dan ganas de quedarse allí pero el sol empieza a caer. Así que hay que ponerse en marcha. Y además, no me queda agua, si bien me tranquiliza que la fuente de Roldán no debe de estar demasiado lejos.
En este punto se nos une otro peregrino, un  húngaro fornido de unos cincuenta años. Definitivamente esto es la ONU.
Continuo caminando junto a ellos (¿para qué puñetas he venido en bici?) y  nos comunicamos como podemos (el húngaro habla con Alex en alemán, yo con el húngaro en español y Alex conmigo en inglés). Lo dicho. La torre de Babel.


Johan, Alex y mi burra en la fuente de Roldán.
Llegamos por fin a la fuente de Roldán.  Johan (el húngaro) lo tiene claro y llena su cantimplora. Alex tiene sus dudas acerca de la potabilidad del agua y yo, que estoy seco, decido también llenar la cacharra.
¿Qué es lo peor que me puede pasar? ¿Qué pille una gastroenteritis? Pues habrá que arriesgarse. De todos modos, no podrá está peor que el agua del grifo. 

Este me suena de vista....

El camino desde el collado de Bertartea no tiene pérdida, ya que va paralelo  a la valla de espino que hace de frontera internacional.
Poco después de la fuente de Roldán la valla se abre y cruzamos la frontera.
Bromeamos acerca de si percibimos o no las diferencias tras haber cruzado de un país a otro. El paisaje es el mismo y no se aprecia que los pájaros canten con un acento especial, je,je,je.
La cuestión es que ya estamos en Navarra.


Ahora el camino tiende a descender. Mal asunto. Esto supone que, tarde o temprano ,habrá que subir más.
Atravesamos un frondoso bosque de hayas y robles. Para alguien de secano como yo es lo más parecido a un paraíso.
Me arrepiento de no haber iniciado antes la etapa y de ese modo disfrutar más de estos parajes, pero entonces no hubiera coincidido con estos dos peregrinos, con los que pasé un par de horas muy agradables.
Estoy tan a gusto que no tengo ganas de subirme a la bici y dejarlos atrás, a pesar que el terreno es bastante favorable.


ovejas en el bosque encantado


Justo al final de este bosque hay un refugio de montaña a la derecha del camino. Es pequeño pero todo un lujo si se te hace de noche en el monte o se complica el tiempo.
Días después conocí a una señora alemana que a sus 70 años se vio obligada a hacer noche allí.







Una vez dejado atrás el refugio,  la pista desciende de manera brusca para acto seguido volver a subir. !Y por momentos cómo se empina! Es la ascensión al Collado de Lepoeder (1.430 metros). El techo de la etapa.
Sigo empujando la bici mientras sigo con mis dos compañeros, nunca mejor dicho,  de fatigas. Y todavía tengo que hacer un par de paradas para coger aire.
Finalmente la pista deja de ascender y se abre un valle a nuestros pies. Intentamos localizar algún cartel que nos indique que hemos llegado al collado y sólo encontramos un montón de pizarra en el suelo.  Algún "animal" de dos patas se ha ocupado de destruirlo. Muchas gracias.........
Pero no hay pérdida. Desde este punto se divisan los tejados de la Colegiata de Roncesvalles.
El sol está cada vez más bajo y hay que ir pensando en la despedida. En este punto se nos presentan dos alternativas: seguir el camino original descendiendo por una senda muy pronunciada o tomar la dirección hacia la carretera N-135.
A estas alturas del día no me veo con ánimos de bajar por el camino original.
No son horas de hacer el cabra por muy atractivo que sea el bosque que hay que atravesar. Así que decido tomar la alternativa de la derecha. Me despido de los dos peregrinos y me lanzo hacia abajo, por una carretera descarnada y con alguna que otra curva de huy,huy, huy.......

En pocos minutos llego a la altura de la ermita que se encuentra en el Alto de Ibañeta.
A la izquierda de la carretera hay un camino que, oculto entre los árboles, te lleva directamente a la Colegiata.
Al pasar por un arco, un hombre me indica que pare a la derecha. Es la oficina del peregrino.
Entro a sellar la Credencial y me preguntan si me voy a alojar en el albergue. Cuando me informan de que cierran a las diez me entra el agobio. En tres horas tengo que ducharme, lavar la ropa, cenar.....  Uf, vaya estress!!! 
Al día siguiente me dí cuenta de que sí era posible. Pero en aquél momento no lo veía tan claro. Cosas de la inexperiencia.
Así que declino la oferta y me dirijo al hostal Casa Sabino. Pregunto por el alojamiento y me dicen que lo tienen completo (es viernes......), pero que  vaya al hotel que hay justo detrás diciéndoles que voy de su parte.
Y para allá que me dirijo. Joer con el hotel. Tiene pinta de haberlo renovado no hace mucho. Y tiene un local cerrado donde guardar la bicicleta. Por cierto, que me costó poder acomodarla ya que estaba repleta de bicis, la mayoría de ellas empaquetadas con los adhesivos de empresas de transporte.
Una habitación doble con todo lujo de detalles. Quizás un tanto sibarita para un peregrino, pero, qué leches, creo que hoy me la había ganado. Y pagado claro.
Deshago todo el equipaje ya que no recuerdo cómo tengo distribuida la ropa en las alforjas. Me ducho,que con el transcurso de las jornadas descubro que es de los mejores momentos del día, y aprovecho los últimos rayos de sol tomando una jarra de cerveza en la terraza del bar mientras no puedo evitar una mueca de satisfacción. He sobrevivido al primer día.
El salón del bar está a reventar así que ceno en la barra. Tras dar una pequeña vuelta por los alrededores me subo a la habitación, que a estas horas hace fresquito para el que suscribe. Y a las diez y media caigo rendido en la cama.








1 comentario:

  1. Bonito relato peregrino. Suerte y buen camino.

    Un saludo.
    Mobis
    http://www.xacobeo.es/es/perfil/mobis

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