Miércoles, 10 de
Septiembre
No sé cómo me las compongo pero
por mucho que madrugue no logro ponerme en marcha antes de las nueve. Pensaba
desayunar en la pastelería que conozco pero está cerrada a esas horas. No me
entusiasma la idea de empezar la jornada en ayunas pero sé que en este tramo
del Camino Francés no va a haber problemas para avituallarse. Los 57 kilómetros entre Sahagún y León tienen
poca historia. Recorrido prácticamente llano y trufado de poblaciones
intermedias.
Desayuno en El Burgo Ranero y almuerzo
en Mansilla de las Mulas. La única
novedad que me encuentro en el trayecto es la construcción de una pasarela para
cruzar el Rio Porma , evitando cruzar por el peligroso puente (coincide con la
N-601) que comunica con Villarente.
Otro arreón más, culminada con un
poco de subida, hasta alcanzar el puente
peatonal por el que se cruza la Nacional y ya tengo a la vista León.
El acceso hasta el centro de la ciudad sigue siendo igual de engorroso.
La media hora de rigor circulando por la acera en sentido prohibido hasta que
la concentración de peatones me obliga a echar pie a tierra.
A las dos de la tarde estoy en la Plaza del Grano. Aparco la bici a la
entrada del convento de las Carbajalas y entro a sellar la credencial. Saludo y
me contestan con poco entusiasmo. La verdad es que recibo un poco de mi misma
medicina porque menuda ceremonia que tienen para registrar a los peregrinos.
Tengo delante de mí a tres extranjeros y con el primero han tardado casi diez
minutos en ficharlo. Toma burocracia. Saco un refresco de la máquina
expendedora y salgo fuera a tomármelo acompañado por un cigarrito. Me lo acabo
y se me acaban de colar dos guiris más. Joer.
Mi particular “kryptonita” contra mis superpoderes de paciencia y
pachorra es el hambre y, en esos momentos, mi estómago no paraba de aullar. Así
que me salto la cola, le digo al “funcionario” que estoy de paso y sólo quiero
sellar. Pues venga. Adiós, buenos días y a
comer.
Mientras esperaba ya he decidido
donde saciar mi hambre. La primera opción es la de un restaurante que hay en
una pequeña plaza cerca de la Calle Ancha pero la oferta gastronómica es de lo
más “contundente” y no sé si hubiera
podido montarme otra vez en la bici. A
toro pasado creo que debería haber ido allí y pasar la tarde de turisteo por el
bonito casco histórico de la ciudad.
Sin embargo, opté por ir al bar
que hay frente al convento, donde hice mi última cena del camino en 2.012, y que tenían como especialidad las “cazuelitas”.
Me pido una de arroz a la cubana con huevos y el estómago parece quedarse
satisfecho.
Plaza del Grano |
Hora y media de relajo en la
terraza y me dirijo a la catedral. Un par de fotos de recuerdo y hacia la Plaza
de San Marcos. Aquí está la bifurcación entre el Camino Francés y el de El
Salvador y durante uno momento tengo la tentación de continuar navegando hacia
el Oeste, pero las dudas se disipan en treinta segundos. Con independencia de
que ya conozca ese camino, durante la mañana he tenido una sensación extraña
por no decir contradictoria. Me he cruzado con más peregrinos en unas pocas
horas que en la suma de los seis días
anteriores y sin embargo me he sentido más sólo que nunca. Pues mejor
seguir conmigo mismo “y mi circunstancia” rumbo al Norte en dirección a Oviedo.
El desvío está bien indicado. Hay
que bordear el Hostal San Marcos por la derecha e ir remontando por un parque
en paralelo al río Bernesga, se pasa por una zona residencial y sin solución de
continuidad se llega a Carbajal de la
Legua. En este pueblo tengo la feliz idea (alguna vez tenía que acertar….)
de cargar agua porque los próximos kilómetros iban a ser de lo más
“entretenidos”.
Recorro en línea recta casi tres
kilómetros del casco urbano hasta que el asfalto desaparece. Nada más adentrarme veo en el camino
señalizado que la pista gana altura en poca distancia. Y, como de costumbre, no
hay bifurcación que esquive en el último momento la subida. A trescientos
metros ya estoy empujando. La próxima vez que lea en una guía algo así como “bonito camino que trascurre a mitad de ladera” ya sé que no es
buena idea recorrerlo por la tarde y después de 70 kilómetros de calentamiento.
Menos mal que sólo iba hasta la mitad……
Tras el primer sofocón el camino
suaviza su perfil hasta que en un giro a la izquierda aparece otro cuestalón.
Creo que lo voy entendiendo. La primera subida era hasta “un cuarto” de ladera
y con esta segunda ya habré llegado a la mitad.
Dejando atrás Carbajal de la Legua |
También había leído en algún blog
que era un tramo “divertido”. Pues yo me lo estoy empezando a pasar bomba…. En
fin. La diversión se torna en carcajada cuando llego a una zona embarrada. En
ese punto el camino gira a la izquierda bajando hacia el río pero la
señalización indica que “tó tieso”. ¿Por dónde? Pues por una senda que no
llegará ni al medio metro de ancho y empinada a más no poder. Hago tres
intentos de empujar la bici por allí pero el barro hace que me deslice hacia
atrás. A mi izquierda no tengo donde apoyarme y como me caiga hacia ese lado
voy a aterrizar en una “colchoneta” de piedras. Vale, me rindo. Dos viajes para
subir las alforjas y un tercero para la bicicleta. No sabría calcular el
desnivel pero para hacernos una idea digamos que el manillar iba por encima del
hombro.
Y aquí empezó la diversión....... |
Una vez arriba, coloco las
alforjas y en ese momento aparece un ciclista de la zona que va empujando a
paso ligero su bici. Me pregunta si necesito ayuda y se hace cruces por haberme
metido por ahí sin compañía. Le contesto que “bueno, pues me he encontrado contigo…..”. Me explica que quedan
dos rampas más. Una que tiene que hacer empujando y una segunda que ya la puede
hacer subido en la bici…..descargado, claro. En conclusión: que me faltan dos
empujadas más. La primera de ellas la
hago estilo montañero escalando un ochomil.
Diez pasos y parada para coger aire y descansar los gemelos, que parece que
me vayan a explotar. Y así unas cuantas veces. La segunda subida la hago como
si fuera………humm…….un seis mil, o sea,
más o menos por el estilo que la primera pero más corta.
A todo esto ya son más de las siete y yo metido en este
berenjenal. Además, estando la batería de mi teléfono en las últimas, empiezo a
recibir llamadas de números que no tengo registrados y que tienen toda la pinta
de ser de alguna compañía de telecomunicaciones dispuesta a hacerme la oferta
del siglo. Y en esos momentos todo lo
que no sea un par de piernas descansadas no me interesa. Rechazo una llamada,
una segunda y no satisfechos con mis indirectas empiezan a llamar desde un
número privado que no se corta al tercer ring…..!La madre que los parió! Al final dejo el móvil en “modo avión” para
reservarme la poca batería disponible por si tengo que dictar mis “últimas
voluntades”, ja,ja,ja.
A partir de aquí el camino se
suaviza pero noto que estoy más torpe de reflejos de lo habitual, que es una
manera suave de decir que estoy para el arrastre. En un tramo de descenso la
rueda trasera me derrapa y estoy a punto de irme al suelo. Pues me vuelvo a
rendir. A empujar cuesta bajo. Cuando
por fin recupero la dignidad de sentarme en el sillín me cruzo con un vecino y
le pregunto por la distancia hasta Cabanillas.
Me dice que la casa que se ve al fondo es la entrada del pueblo. Me comenta que
hay albergue pero no hay ningún bar. Que en todo caso alguna vecina podría preparar algo de cena. Ya sólo faltaba
para subirme la moral el ir mendigando comida por ahí………. Nada. Tomo la
carretera y hago una pequeña contrarreloj de 9 kilómetros, con las pocas fuerzas que me quedan, para llegar a La Robla antes de que caiga la noche. Y lo consigo por los pelos. A las ocho
y media llego a este pueblo, que sí dispone de todos los servicios. Hay que
registrarse en el bar de la Junta Vecinal, que se encuentra frente al albergue,
y me confirma la propietaria que sirven cenas.
Perfecto. Antes de instalarme me tomo un refresco y se me ocurre activar
el teléfono. Joer. Cinco llamadas perdidas de la “jefa” y un montón de mensajes
pidiéndome que me manifieste. Llamo para tranquilizarla con el socorrido “es que me he liado un poco….”.
En el albergue tengo compañía. Un
madrileño, un mallorquín, un alemán y un francés. Todo maromos para variar. En el Camino no están vigentes las políticas
de cuotas, ja,ja,ja,ja. Hoy paso de esmerarme mucho en el lavado que estoy
hambriento y seco. Plato de pasta y otro de albóndigas mientras veo en la tele
como España es incapaz de superar a Francia en el Mundial de Baloncesto. No
demoro mucho más la sobremesa que estoy “baldao” y por aquí hace fresquete.
!Ah!. El “divertido” tramo entre
Carbajal y Cabanillas está perfectamente señalizado. Es cierto que es bonito
pero para disfrutarlo mejor a pie. Y, en todo caso, es preferible hacerlo de
buena mañana por si se complica la cosa….
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