domingo, 9 de diciembre de 2012

DIA 13: ZAMORA-VILLABRÁZARO

Lunes, 17 de Septiembre


DIA DE RENUNCIAS


Lo primero que hago al levantarme esta mañana es salir al balcón que hay frente a mi litera y contemplar el río Duero mientras amanece.




Por lo demás hoy tocaba amoldarse a los horarios peregrinos. Desayuno comunitario a las siete, recoger el equipaje y reparar el pinchazo de rigor.  Vamos. Lo normal……….
La norma es que hay que abandonar el albergue a las ocho pero consigo que los hospitaleros franceses toleren mi presencia un rato más hasta que instalo la otra cámara antipinchazos.
Mientras hago el cambio de cámara cuento con la compañía de los dos coruñeses con los que coincidí en Medina del Campo. Están haciendo tiempo hasta la hora de apertura de un taller ya que uno de ellos tiene tres radios rotos. Este par de intrépidos coruñeses, con unos cuantos caminos en sus piernas, tienen pensamientos de adentrarse hoy en Portugal. Van con bicis dobles y son de los que no les gusta esquivar ni una sola piedra, aunque de vez en cuando se les resienta la montura Me comentaron que en Toledo ya tuvieron que cambiar radios. En fin. Sarna con gusto no pica.




Salgo de Zamora por la N-630 que, aunque en los mojones aparece indicada como “carretera de la Ruta de la Plata”, considero más apropiada denominarla  La Infernal,  por la cantidad de camiones de gran tonelaje que circulan por ella. Al principio me resisto a circular por el arcén al estar repleto de gravilla y cristales pero, viendo que lo de adelantar a vehículos lentos respetando la distancia de seguridad es una quimera, al final opto por el mal menor. Mejor sufrir un pinchazo que no acabar planchado por un trailer.
Y, efectivamente, junto antes de llegar a Montamarta noto que tengo la rueda trasera deshinchada. Al menos la inversión en las nuevas cámaras no ha sido en balde ya que sólo en cuestión de meter aire, rodar un poco y volver a  hinchar. Y el hecho de no tener que sacar las alforjas y desmontar la rueda me ahorra mucho tiempo.
Aprovecho la parada para almorzar y descansar del trajín camionero. El descanso es relativo porque recibo una llamada desde el trabajo. Un jarro de realidad después de doce días donde mis únicas preocupaciones se limitaban a cuestiones básicas como el comer y el dormir.
Al poco de abandonar Montamarta llego a la bifurcación con la N-631 que va en dirección a Tábara y continuo recto entre resignado y triste. Es mi primera renuncia del día. Mi “plan oculto”, por decirlo de algún modo, era seguir recorriendo “terra incognita” por el Camino Sanabrés (que tengo entendido que es más montañoso pero también más bonito y menos concurrido que el Camino Francés). El problema es que empecé mi viaje dos días más tarde de lo previsto y los contratiempos me han retrasado casi dos días más y no quiero convertir el camino en una contrarreloj. Para estresarme ya tengo el resto del año.



El camino cruza una y otra vez la infernal así que sigo circulando por asfalto hasta Riego del Camino donde por fin puedo  tomar una pista que, aunque pedregosa, me permite rodar sin tanta tensión hasta Granja de Moreruela, donde paro a comer en el bar que está junto al albergue.
Allí coincido con un peregrino francés que salió hace tres meses desde Bruselas y tras llegar a Santiago ha continuado caminando por la Via de la Plata y quiere llegar a Cádiz. Otro enfermo del camino. El año anterior se propuso visitar los tres santuarios marianos: Chestokova, Lourdes y Fátima. Seis meses recorriendo Europa a pata………. En conclusión: lo mío es una escapada de fin de semana.
Poco después para a comer un matrimonio de bicigrinos andaluces que van con un tándem de carretera tuneado en el sentido de que habían reforzado ciertas partes del mismo para poder utilizarlo por caminos. Ver esa bicicleta totalmente cargada es todo un espectáculo. Lástima que no me ocurriera hacerle una foto.





Sigo alternando asfalto y camino hasta Barcial del Barco. En este pueblo hablo con el encargado del bar “Borox” mientras tomo un refresco, que casualmente se marcha esa misma semana de vacaciones a mi tierra. Tiene por costumbre fotografiar a los peregrinos que pasan por allí y colgarlas en el facebook del albergue. Como despedida me facilita un pequeño plano para ir por camino hasta Benavente





Como curiosidad hay que cruzar el río Órbigo por un puente del ferrocarril.  A juzgar por la vegetación la vía está abandonada pero mientras lo cruzaba noto que las planchas de acero que hay entre los raíles se mueven y dejan entrever el vacío, así que acabo bajándome de la bici y termino de recorrer el puente caminando a paso ligero por si acaso.




Benavente


Lo normal hubiera sido hacer noche en Benavente pero, haciendo caso de las recomendaciones del peregrino francés de Granja de Moreruela y del responsable del bar de Barcial del Barco, sigo hasta Villabrázaro. El motivo es que ambos coinciden en que el albergue de Benavente no está en muy buen estado.
A la entrada del pueblo me encuentro estas curiosas construcciones que resultan ser bodegas. Omito los consabidos parecidos con las viviendas de ciertos habitantes de la "Tierra Media". 



Busco el bar del pueblo, donde hay que registrarse y te hacen entrega de las llaves del albergue, que se encuentra a unos quinientos metros. Esta vivienda rehabilitada me recuerda mucho a la de Montealegre del Castillo. Tres habitaciones con literas y un baño. Y otra vez soy el único habitante de la casa.




Tras la ducha y tender la ropa me siento a la entrada del edificio a contemplar el atardecer. Y durante esos minutos de relajo me viene de nuevo a la memoria la llamada que recibí ayer desde el hogar, dulce hogar. No es que tenga añoranza de las comodidades de mi casa, al menos hasta ahora, pero lo cierto es que tengo a la familia abandonada….  Y se empieza a reclamar mi presencia, cuanto menos para pasar juntos el fin de semana. Así que hago la segunda renuncia del día: este año no llegaré a Santiago. En fin. Otro año será. Pero no quiero regresar sin más. Quiero despedirme del Camino en algún lugar especial y tengo claro donde va a ser:  la Cruz de Ferro.

Esa tarde-noche aprendo una cosa nueva: es posible perderse en un pueblo de trescientos habitantes. Cuando acabé de cenar en el bar ya era de noche y no encontraba la calle donde se encontraba el albergue… Definitivamente voy a pedirle a los Reyes Magos un GPS, ja,ja,ja.

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