sábado, 1 de octubre de 2016

DIA 1: ALMANSA-ALCALÁ DEL JÚCAR


Cuando llega el mes de Septiembre me parece estar reviviendo una versión cutre de la película Matrix.  Si en la versión fetén  un tipo moreno con chupa de cuero le ofrece al protagonista la posibilidad de elegir, mediante la ingesta de una pastilla, entre conocer de manera irreversible el mundo real o bien permanecer en la ignorancia del mundo virtual  , en mi caso se me aparecen las vacaciones con una pastilla de” vete tú a saber de dónde”,  que me permite sacar las lorzas a pasear durante un tiempo limitado de días y circunscrito a territorio nacional.  Tendré que cambiar de camello……
Segundo intento de transitar por la Ruta de la Lana  tras el incidente canino del año anterior.  Un camino poco transitado, con meteorología extrema y con más perros sueltos de lo que me gustaría pero muy enriquecedor en lo personal.
Como he advertido otras veces, si algún desavisado lector llega hasta aquí por capricho de los algoritmos de búsqueda del todopoderoso buscador,  no va a encontrar grandes hazañas deportivas al estilo averquiénmeamáslejos. Para todo aquél que tenga curiosidad por viajar, pues pasen y lean.



Lunes, 5 de Septiembre

Abro los ojos en una habitación del “Hotel Los Rosales” de Almansa. Está justo a las afueras de la ciudad, junto a la autovía, y desde aquí conozco cómo enlazar con el camino señalizado.  Como viajero temporero que soy la primera dificultad es recordar qué alforja va a la derecha y cual a la izquierda del transportín. Una vez resuelto el problema hago el último repaso de las pertenencias y observo que he olvidado en casa el bidón de agua. Nada grave. Llevo la camel-back con capacidad de dos litros  pero por si acaso  compro una botella de medio litro en la gasolinera de enfrente.
Pues vamos allá. Los primeros kilómetros en paralelo a la autovía para después ir alejándome de ella en dirección a la Sierra del Mugrón.







Una vez completada la subida a la sierra desciendo hasta la carretera y decido continuar por ella hasta Alpera (la novatada de atravesar el tramo sembrado ya la experimenté el año anterior). Llego a este pueblo con la idea fija de abrevar. Hace bastante calor para no ser todavía ni las once. Además, cuando le di el primer trago a la boquilla de la mochila tuve que escupir instantáneamente el agua. Sabía  a rayos gracias a mi gran idea de protegerla el día anterior con plástico de embalar alimentos.
Paro junto al bar donde cené al año anterior al mismo tiempo que un grupo de ciclistas de carretera. Una chica de la grupeta se acerca y se interesa por mi destino al ver la bici cargada.
Tras confirmar mi destino viene la típica pregunta: “Y en cuántos días piensas llegar a Santiago”. Resoplo y le explico que dispongo de unos veinte días, no sigo una programación muy detallada y que mi filosofía es más de disfrutar del viaje que el hecho de llegar a Santiago. No parece entusiasmarle mucho mi respuesta. Cuando me ve encender el primer cigarrillo ya ni me mira a la cara. Si es que ha ido a preguntarle al deportista del año, ja,ja,ja.
Tomo asiento en la terraza con la idea fija de hidratarme (craso error el no haber comido) y al momento se acerca un hombre que resulta ser Pedro Antonio Serrano, un conocido peregrino de la zona y miembro de la Asociación de Amigos del Camino de Santiago de Albacete, creo que presidente de la misma. Esto es otra cosa. Aquí no hay prejuicios sobre rendimiento deportivo y malos hábitos. Una hora larga de agradable charla. Me facilita su teléfono y quedamos en vernos a la hora de comer en Alatoz.



Retomo la marcha mientras  empiezo a darle vueltas a la decisión que he de tomar  10 kilómetros más adelante. Allí se encuentra el desvío hacia la finca donde se me torció la cosa el año pasado. Supongo que cualquier manual de autoayuda dirá algo así como que para superar un trauma  hay que enfrentarse a él. Parece lo lógico y racional. Intento imaginarme la escena superando la famosa finca sin ningún tipo de incidencia, con el subidón de ánimo consiguiente, pero por otro lado me da por pensar que, si  otra vez estuviera la verja abierta, sale la misma hija de perra y me vuelve a hincar los colmillos en el gemelo, puedo convertirme en serio candidato al premio al tonto del año y, lo que es más grave, tener que volver a abandonar a las primeras de cambio. Hago una foto a la señal del desvío y decido quedarme con el trauma. Sigo por la carretera.

Desvío hacia el lugar del "incidente canino"


Paro un poco más adelante, en la Fuente del Piojo. Encuentro esta vez este pequeño oasis en un estado lamentable. Me dedico a recoger parte de los desperdicios para hacerme un perímetro donde poder acomodarme para dar cuenta de un puñado frutos secos y un plátano. Aquí el suministro de agua fresca lo tengo asegurado. En este rincón a la sombra pierdo la noción del tiempo y lo que iba a ser una pequeña parada de unos minutos se convierte en una hora larga.



Sobre la una  me hago el ánimo de continuar y cuando me expongo al Sol siento como si hubiera metido la cabeza en un horno. Me cuesta hasta respirar. Al final va a ser cierto que venía una ola de calor……   Por prudencia decido ir por carretera  descartando mi idea inicial de ir por camino. No me apetece acometer la subida que se divisa a lo lejos en esas condiciones aunque la alternativa por asfalto tampoco va a ser un paseo. A partir de aquí, a la altura del poblado de Las Fuentes, mi deambular consiste en recorrer un kilómetro y mendigar  un metro cuadrado de sombra donde refrigerarme abriéndome el maillot al estilo de aquella señora que buscaba a Jacques. No sé de qué me quejo  si voy  aprovisionado con una mochila con dos litros de agua para humedecer la lengua y una botella con líquido recalentado ……  Así que con este plan empleo unas tres horas para llegar a Alatoz, pueblo al que se llega en descenso. No van a ser todo dificultades.
Son las cuatro de la tarde y me cuesta encontrar algún establecimiento abierto. Finalmente localizo un bar en la plaza donde hay un monumento al peregrino. No sirven comidas así que me tengo que apañar con unas cuantas cervezas y una bolsa de patatas. Llamo a Pedro Antonio pero no tengo cobertura telefónica ni internet. En fin, otra vez será.



Con este tórrido panorama me armo de valor para continuar hasta Alcalá donde tengo la seguridad de que no voy a tener problema para encontrar alojamiento. Alatoz es un pueblo de amable orografía ya que se llega en descenso y se abandona en descenso. Sigo las señales del camino, que me conduce entre cultivos a una finca, con caseta afortunadamente  sin perro, y  que desemboca en la carretera (la ya familiar CM-3201) que pica hacia arriba. Lo que son las cosas. El año pasado subí por aquí, con mordisco incluído, y no me pareció nada del otro mundo. Ahora me parece el Tourmalet. No puedo con mi alma. Voy empujando la bici, refugiándome del sol en las zonas de sombra que encuentro a mi izquierda. Pues me está saliendo un buen día, vaya que sí.





La parte positiva es que conozco ese tramo y sé que tras la subidita viene un tramo llano y los últimos kilómetros ya son en descenso, por la carretera serpenteante por la que se baja a la Hoz del Júcar. A las siete y media llego a Alcalá del Júcar. El panel de la farmacia da 38 grados a la sombra a esas horas. Me tomo un par de refrescos en un quiosco junto al puente romano y me pongo a buscar alojamiento. En el hostal que conocía no hay nadie en recepción así que sigo buscando por los alrededores hasta que encuentro un hotel, relativamente nuevo y bien equipado. El precio  está pensado para guiris de sandalias con calcetines pero es lo que hay. No tenía el cuerpo para comparativas. Media hora larga bajo la ducha y ya empiezo a ser persona.
No voy a quejarme del día: no he pasado frío ni me ha mordido ningún perro. No es mal comienzo.





lunes, 12 de octubre de 2015

DIA 6: : ALCALÁ DEL JÚCAR-CHINCHILLA DE MONTEARAGÓN

Martes, 8 de Septiembre

Cuando viajas se te inocula muy rápido el virus del nomadismo. Estar en movimiento se convierte en una droga  y llevo ya un día de mono.  He aceptado, a regañadientes, que se me ha acabado el vagabundeo por este año pero me pido una dosis más antes de guardar las alforjas.
Última visita a la enfermería y a preparar el petate. Me alegra verme otra vez disfrazado aunque no sé cómo se va a comportar la pierna. Hasta ahora me molesta más en reposo que en movimiento pero pronto saldré de dudas.  Un familiar se ha ofrecido a ir a rescatar al tronao que se va en bici solo. Le he detallado el recorrido a seguir y hemos quedado en encontrarnos a partir de Albacete.
Con más pena que dolor emprendo la última etapa del viaje de esta temporada. La vía de escape está clara. Recorrer la Hoz del Júcar dirección Jorquera. Un bonito e inesperado regalo de despedida. Treinta kilómetros remontando el río por una carretera vecinal donde no me he cruzado con más tres coches. Terreno ondulado con lógica tendencia  a subir pero muy suave. La única preocupación es evitar las piedras que se han desprendido como consecuencia de las últimas lluvias. Cuando paso por alguna pequeña aldea, con sus típicas casas cueva, y noto la presencia de algún perro inconscientemente tiendo a encoger la pierna. Mira que si también me traigo de recuerdo un trauma…








Abandonando la Hoz del Jucar (Alcozarejos)



Salgo de la hoz a la altura de Alcozarejos tras un kilómetro de subida y tomo la CM-3218 hasta Valdeganga. Para acceder a este último pueblo hay que abandonar el cauce del río con otro kilómetro y pico que de ganga no tiene nada. Es cerca de mediodía y el sol empieza a picar. No encuentro ningún bar durante el callejeo así que continuo por la misma carretera autonómica. A los pocos metros veo señalización para bicicletas a mi izquierda. La paso de largo pero poco después encuentro otro acceso. Me asomo y, para mi sorpresa es un carril-bici.  Para ser justos es una carretera exclusiva para bicicletas. Qué nivelazo y qué envidia sana. Ya quisiera en mi tierra algo así.
A los pocos kilómetros se cruza por un paso subterráneo la carretera y el mega carril-bici continúa por la derecha en dirección a Albacete. Llego a Tinajeros y a la salida encuentro un restaurante con señalización de zona de descanso para ciclistas. Menudo paraíso. Buen sitio para hacer la última comida caminera. Me fijo que desde este punto sale otro camino con señalización de Via Verde.
Mientras comía he escuchado comentarios sobre lo mucho que llovió anoche también aquí, por lo que descarto explorar esta vía. Además, me han confirmado que el carril-bici llega hasta Albacete. Pues no hay nada más que hablar.

Carril bici hacia Albacete


Ya estoy a Albacete. Cruzo la autovía y las vías del tren por un paso elevado que no recuerdo de la anterior vez. Paso junto a un parque y le pregunto a un hombre que pasea con dos galgos por dónde se va hacia Chinchilla, donde finalmente he quedado con el “equipo de rescate”. Al momento se acerca un chaval por detrás y me indica dónde está el Paseo de la Cuba, que bordea de norte a sur la ciudad.  Había recorrido más de un kilómetro por el paseo cuando paso por delante de un hotel que sí recordaba pero no me cuadra su ubicación. Pregunto a una señora y me confirma que voy en sentido contrario, vamos, que voy hacia Madrid…… Venga. Media vuelta y regreso por donde había venido. Llego hasta el parque y me fijo en la cantidad de coches desguazados que hay alrededor. Ahora caigo en la cuenta. Estoy en el barrio “residencial” con el que me topé hacia tres años viniendo precisamente de Chinchilla. He desembocado más al sur de lo que pensaba. Vuelvo a cruzar las vías del tren y en una rotonda está señalizada la vía de servicio “Casas Coloradas”. Pues ya lo tengo claro. Por aquí llegué la otra vez, paralelo a las vías. Atravieso el núcleo de viviendas lo más rápido que puedo no vaya a escaparse de su parcela alguno de los perros que me “saludan” y me lleve otro recuerdo a casa.

Chinchilla de Montearagón


Durante quince kilómetros el camino de tierra sigue el trazado de las vías. Paro bajo un puente para tomar la última merienda caminera. Esto se acaba. Antes de llegar a Chinchilla, a la altura de un polígono industrial, el equipo de rescate me pilla in fraganti.  Tiene guasa la cosa. Hoy me ha salido la etapa más larga y ni me he acordado de la herida. Durante una fracción de segundo se me pasa por la cabeza decirles que gracias por la visita pero que continúo y acto seguido me imagino que me hacen un trabajito en la otra pierna con apariencia de accidente. Mejor me callo, ja,ja,ja. Como dijo el general aquél de la pipa, volveré………………..   

Últimas pedaladas.....







DIA 5: VARADO EN ALCALÁ DEL JÚCAR

Lunes, 7 de Septiembre

A las ocho ya estoy plantado frente al consultorio. Está abierto pero no veo a nadie a quién dirigirme. Entra un hombre con un apósito bastante grande en la cara. Otra mordedura de perro y ésta sí que es grave ya que precisará de cirugía  así que no voy a quejarme. Nueva cura y paso a la consulta del médico. Don José para los vecinos. Le muestro el parte de guerra y me explica que las mordeduras son infecciosas, por lo que tengo que tomar antibióticos durante diez días. Para subirme la moral me advierte que la medicación puede provocarme debilidad y diarrea. Me recomienda que vigile la herida ya que es corriente que note algo de inflamación. Pues qué bien. ¿Algo más? Pues nada más salir de la consulta se pone a llover con fuerza y no parará hasta tres horas después.  Pues no me queda otra que quedarme un día más ya que no es cuestión de ir con la herida empapada.
Desayuno y subo a la habitación a ver cómo mato el tiempo. Salgo al balconcillo a ver la lluvia y veo a una pareja de ciclistas calados hasta los huesos. Bajo rápido y los encuentro parados frente al  bar del hostal. Por los rasgos parecen extranjeros pero resulta que son más españoles que las pesetas. Asturianos concretamente. Están haciendo también la Ruta de la Lana. Empezaron en Almansa el sábado pero tuvieron que quedarse un día más en Alatoz a consecuencia de una gastroenteritis. Gracias a ellos me entero de por qué no recibí respuesta cuando llamé al teléfono de contacto en Alatoz. Resulta que había fallecido un familiar del responsable de la asociación. Pues al menos se me hace llevadera la mañana. Dos horas de charla de temática caminera. Les facilito la información que dispongo sobre alojamientos hasta Burgos ya que sólo tenían la perteneciente hasta  Cuenca.
A la una para de llover y los acompaño durante la subida al castillo. Nos despedimos no sin antes animarme a reencontrarnos más adelante ya que van a un ritmo muy pausado. Suena bien pero cada vez lo veo menos claro.






Otra tarde deambulando como alma en pena por el pueblo que ya tengo más que visitado. Curiosamente estuve aquí de acampada hace veinte años y nunca hubiera imaginado que volvería en bicicleta.
A la hora de la cena empiezo a ver relámpagos más al norte. En poco más de media hora se planta la tormenta aquí y cae el diluvio durante hora y media. Pues si los caminos estaban mojados ahora ya ni te cuento. Tenía entendido que en el tramo de Cuenca hasta Burgos había que recorrer muchos kilómetros por carretera,  pero entre Almansa y Cuenca predominaban más los caminos, atravesando grandes extensiones de pinares a partir de Paracuellos de la Vega.
Por otro lado, cuando me atendieron en Casas Ibañez pregunté por los pueblos que disponían de Centro de Salud desde aquí hasta Cuenca y no me sonaba ninguno que pasara por la Ruta de la Lana.

Tanto la meteorología como el incidente perruno me obligan a desviarme de la ruta prevista. Seguir hacia adelante por carreteras nacionales, perdiendo la oportunidad de atravesar esos inmensos bosques, no me entusiasma. Hacer una ruta turística por centros de salud no me parece muy divertido (aunque tendría su parte de originalidad ir cuñando en cada uno de ellos…). Y he empezado a tomarme en serio las advertencias de vigilar la herida porque efectivamente la pierna está inflamada y no es cuestión de regresar con una pata de palo. Además, tengo que estar pendiente del puñetero antibiótico cada ocho horas y no voy a poder tomarme una mísera caña a gusto aunque sea a final del día. ¿Una excursión haciendo  una especie de “Cuaresma”?. Menudo panorama.

DIA 4: ALPERA-ALCALÁ DEL JÚCAR

Domingo, 6  de Septiembre

Me dormí con el sonido de la lluvia y me despierto con la misma música de fondo. Remoloneo todo lo que puedo y pasadas las nueve deja de llover. Maliciándome cómo deben de estar los caminos decido ir por asfalto. Aunque la carretera tiende a subir avanzo a buen ritmo. Poco tráfico, bonito paisaje y las nubes se van disipando. Igual hasta me cunde el día….
No llevaría ni diez kilómetros cuando veo unas flechas a la izquierda de la carretera que conducen a la entrada de una finca flanqueada por chopos y que desemboca en la Fuente del Piojo, justo antes de llegar al pueblo de Las Fuentes. Por lo que había leído en otros blogs de bicigrinos también se puede acceder a la fuente por carretera pero con el riesgo de pasarte de largo al encontrarse por debajo del nivel de ésta. Es poco más de un kilómetro por camino así que, por muy embarrado que pueda estar, no me llevará mucho tiempo.




Al final de esta entrada arbolada se llega a una casa de campo y el camino gira a la derecha. Justo en este punto salen de la casa dos perros de tamaño medio y me escoltan unos metros a ladrido limpio. Sale el propietario y llama a los perros pero hasta el tercer grito no se calman. Me tranquiliza diciéndome que “no hacen nada”. De todos modos tampoco me había sentido intimidado ya que no tienen aspecto de peligrosos y es normal que quieran defender su territorio de presencias extrañas. Me paro y charlo un par de minutos con el hombre. Me despido, pongo el pie en el pedal, el perro de mi derecha se abalanza sobre mí, noto un pellizco y me sale un “ay” de lo más natural….. Al principio pienso que me ha arañado con las garras pero no.  La muy hija de perra me acaba de clavar los dos colmillos superiores un poco más arriba del tobillo. Para que te fíes.
El hombre me pide mil disculpas y me acompaña hasta una casa-molino que hay un poco más adelante. Me lavo las heridas con agua y jabón ya que no tiene otra cosa con que desinfectar. Aprovecho para recibir las últimas indicaciones para localizar la fuente de marras y me dispongo a arrancar de nuevo. Me despido, vuelvo a poner el pie en el pedal y otra vez la perraca me vuelve a saltar. Esta vez sólo ha habido arañazo. El propietario ya no sabe dónde meterse. No entiende la reacción del animalico cuando suele jugar con niños sin ningún tipo de incidencia. Yo, por si acaso, me voy pitando. Me largo del tramo maldito sin darle muchas vueltas al asunto. Una anécdota más.
El camino gira a la derecha en dirección a un muro de piedra y ya veo la famosa Fuente del Piojo justo arriba. Al llegar al muro hay que girar a la derecha saliendo a la carretera. Yo intenté acceder por izquierda y me puse fino de barro en un sembrado. La verdad es que el lugar es ideal para descansar y reponer fuerzas. El agua está fresca y buenísima. Aprovecho para tomarme dos “bombas” de chocolate que había comprado en una panadería a la salida de Alpera. Durante un rato me olvidé del incidente canino hasta que me fijo que tengo algo de sangre, no mucha, y me planteo parar en el siguiente pueblo para desinfectarme los “agujerillos” recién adquiridos como es debido.




Pues a seguir por carretera hasta Alatoz. Algún que otro tramo de subida a partir de Las Fuentes y  luego un largo descenso hasta un cruce con una gasolinera. Tonto de mí, no reparo en que la CM-3201 va directa hacia Alcalá del Júcar sin pasar por Alatoz. Cuando caigo en la cuenta llevo un kilómetro cuesto abajo así que prefiero continuar. Recibo una llamada imprevista de la “autoridad competente” y en un ataque de sinceridad se me ocurre contar la batallita perruna como el que no quiere la cosa. Maldita la hora. Me cae la del pulpo vía telefónica. Mi interlocutora trabajó en otros tiempos con estos simpáticos animales y conoce algo del asunto. Me aconseja que vaya lo antes posible al médico ya que me arriesgo a que se me infecte la herida y probablemente tenga que vacunarme. Me parece un poco exagerado pero me comprometo a revisarme la avería en la próxima población. Siendo Alcalá del Júcar un pueblo turístico presumo que habrá centro de salud. Aligero el paso y sobre la una ya tengo a la vista este bonito pueblo incrustado en la Hoz del Júcar.

Alcalá del Júcar

Nada más avistar las primeras casas tomo la calle que desemboca en el puente romano. En esa calle se encuentra la farmacia y un edificio donde  está el consultorio médico, la Guardia Civil y Protección Civil. Menuda puntería si no fuera porque es domingo. Todo cerrado. Le pregunto a un vecino del pueblo por la Policía Municipal, con la idea de que tendrían algo de material sanitario, pero resulta que no hay municipales en el pueblo. Si quiero algún servicio tengo que desplazarme hasta Casas Ibañez, catorce kilómetros más adelante y teniendo que remontar la hoz como aperitivo. Hora y media, si no más. No me duelen las heridas pero hace ya casi tres horas desde el “mos”(bocado) y no es cuestión de demorar más la cosa. La verdad es que me preocupan más las llamadas de verificación de la “autoridad”, ja,ja,ja,ja.
Pues nada. Entro en el hostal que hay en la misma calle y  pregunto si hay algún taxista en el pueblo. Me facilitan el número de uno pero está haciendo un servicio y va a tardar bastante en liberarse. Se lo comento de nuevo al camarero del hostal y me advierte que la persiana de la farmacia está entreabierta. Me asomo pero no veo a nadie. Monto guardia  un rato y finalmente me animo a aporrear el cristal. Se asoma una persona, me abre con un comprensible gesto de “a ver qué quiere éste” y le explico la película. Me vende el agua oxigenada, betadine y gasas para una cura de urgencia pero me aconseja que pase por un centro de salud. Hace una llamada y me consigue el teléfono de otro taxista. A los quince minutos ya está a la puerta.
En el Centro de Salud de Casas Ibañez me atienden enseguida. Ya se sabe que los domingos y festivos la gente no suele enfermar. Limpieza de herida, vendaje y vacuna antitetánica de premio. Con lo que me gustan las agujas. La ATS me informa de que me ha puesto una pomada con antibiótico pero que mañana debo de pasar consulta con el médico. Pues al final tenía razón mi interlocutora.
Regreso a Alcalá del Júcar pasadas las tres de la tarde y me dirijo al hostal a comer después de tanto trajín de batas blancas.  Ya había reservado una habitación para guardar los trastos y la bici y decido hacer noche aquí para mañana ir a primera hora al consultorio médico que está justo al lado. Y yo que pensaba que me iba a cundir el día…. 
Tarde de relax forzoso. Por la tarde aprovecho para visitar el pueblo. Me cruzo con un coche y empieza a pitar. ¿Quién me conocerá por aquí? Era el farmacéutico interesándose por mi estado. Por cierto. Es paisano, de Novelda.






DIA 3: CAUDETE-ALPERA

Sábado, 5 de Septiembre

Anoche tardé en conciliar el sueño pero no fue tanto por la música como por el picorcillo en las piernas cuando me abandonaba el efecto del aftersun. Cosas de no entrenar la piel……
Tras el desayuno casero me pongo en marcha sobre las nueve y media. Unos días más y ya arrancaré a una hora decente. Se sale del pueblo tomando como referencia la plaza de toros y poco después se gira a la izquierda, se pasa por debajo de la nacional y se toma una pista agrícola en buenas condiciones.




A los pocos kilómetros me noto extrañamente atrancado y  observo a los lados los primeros ejemplares de mis queridos abrojos. ¿Habré pinchado? Si con la inversión que he hecho este año en cubiertas para evitar esta contingencia pincho a las primeras de cambio se iban a acordar de mí los del departamento de calidad del fabricante. Pero no es así. Las ruedas están como una piedra. Vale que no soy un portento físico pero esto no es normal. Me detengo a coger un poco de aire, miro hacia atrás y  encuentro una explicación. Caudete se encuentra algo más abajo, es decir, que la presunta planicie del Corredor de Almansa pica hacia arriba. Pues a subir un par de piñones y todo solucionado.

Caudete

Camino hacia Almansa

Mi planta favorita..................

Cruzo un barranco y el camino se  dirige hacia la autovía de Madrid, discurriendo durante varios kilómetros en paralelo a ésta. No he de preocuparme por el tráfico pero las vistas no son muy bucólicas que digamos. Hay tramos  donde el firme está algo suelto pero lo gracioso son los charcos que me voy encontrando cada poco tiempo. Como la bici no dispone de guardabarros prefiero desmontar y vadear como buenamente puedo los tramos donde no hay escapatoria al “chocolate”.  Al menos hago un ejercicio completo: unos metros pedaleando y otros empujando buscando la parte menos encharcada. Pero la parte más graciosa en cuando me alejo de la autovía y el camino va en paralelo a la vía del tren. Aquí hay que chafungar sí o sí y hasta practico sin querer el famoso baile del “moon walk” (también conocido como el michaeljanson).





El camino gira a la izquierda,  perdiendo de vista la autovía y las vías del tren, y por una pista en subida llego al monolito que recuerda que en este paraje tuvo lugar la Batalla de Almansa durante la Guerra de Sucesión a principios  del siglo XVIII  Y a partir de aquí ya se llega en descenso a Almansa.

Campo de batalla.......



Llegando a Almansa

Tomo la circunvalación de la ciudad pero a la altura del castillo giro a la izquierda y, para mi sorpresa, veo alguna flecha amarilla. Mientras voy rodando por la acera una furgoneta se pone a mi altura y el conductor me pregunta si voy a Santiago y me desea “buen camino”. No es que esté de bajón anímico ni mucho menos pero me alegra el inesperado saludo caminero.
A todo esto, entre pitos, flautas y barro ya es hora de comer. Casi sin querer desemboco en la Avenida de Ayora (un paseo flanqueado por árboles) y localizo a la derecha el Restaurante “Los Rosales”, punto de referencia para salir de la ciudad. Me asomo al restaurante pero barrunto bodorrio a juzgar  por las personas congregadas ataviadas con sus mejores galas. Doy media vuelta y me dirijo a una terraza que acababa de rebasar. Pertenece a un hotel y el camarero parece un tanto defraudado cuando le pido un refresco y un bocadillo de tortilla. Con las pintas que llevo igual pensaba que iba a pedir faisán trufado…… Por cierto, que hay tortillas congeladas de supermercado que no desmerecen en nada a la que me sirvieron. En fin. Mientras me tomo el café empiezan a arremolinarse más “trajeados”. Pido la cuenta y me voy que ya empiezo a desentonar aquí.
He de decir que hasta ahora la señalización del camino es más que suficiente pero la excepción está en la salida de Almansa. Puede que la hubiera pero yo no vi flecha alguna. Afortunadamente había consultado y memorizado los tracks de algunos ilustres bicigrinos en este tramo. Justo cuando la Avenida de Ayora desemboca en la circunvalación cuento tres rotondas y me desvío por la vía de servicio de la autovía.
Empiezo a circular en paralelo a la autovía todavía con dudas. Hay un coche detenido en la carretera pero el conductor está mirando al tendido, con una mano apoyada en la cintura y la otra ocupada sujetándose el “aparato” así que no era cuestión de preguntarle en plena faena de evacuación.  Un poco más adelante ya me relajo al aparecer de forma continuada la señalización del camino.
Poco a poco me voy alejando de la ruidosa autovía y ya diviso el enorme saliente que indica que me dirijo a la sierra del Mugrón.





En este punto es cuando algo en mi cabeza hace “clic”. Los dos días anteriores habían sido un lento ejercicio de poner tierra de por medio y de repente  ya tengo la sensación de estar en el Camino. No sé explicarlo de otro modo. Este tramo de la sierra del Mugrón tendrá unos ocho kilómetros (seis de subida con descansos y dos de bajada). Hay tramos de subida con piedra suelta que me obligan a empujar y  no me cruzo con nadie pero, durante esa hora larga, quizás dos, por primera vez estoy disfrutando de la soledad y el silencio. Raro que es uno.
Un gran árbol, que tantas veces he visto fotografiado, anuncia el final de la subida. Es curioso pero este es tercer camino al que asocio con un árbol, como el que hay antes del refugio de Orisson en el Camino Francés y el que se encuentra antes de Fuente de Cantos en la Vía de la Plata.








Al final del descenso de la sierra, se cruza la CM-3201 y justo antes de un puente que salva las vías se desciende unos metros más para tomar una senda encajonada entre las vías del tren y un sembrado. Un trozo algo incómodo: al principio con mucha maleza, a continuación un tramo con piedras incrustadas en el suelo y luego mejora el camino aunque vuelvo a encontrarme tramos embarrados.
Se sale del camino por otro paso elevado y tras una subida que me da un poco de fatiguita llego a la famosa bifurcación entre la Ruta de la Lana y el Camino de Levante.





Cuando pensaba que ya había terminado con el barro me topo con la madre de todos los charcos. Joé. Una pista de diez metros de ancho y todo ocupado por una buena charca. Mis zapatillas se han convertido en una especie de zuecos……….



Pues ya estoy en Alpera. Nada más llegar al pueblo veo un hostal a la derecha y varios restaurantes a la izquierda. El hostal es también restaurante pero tiene pinta de abandonado.  Paro en uno de los restaurantes con terraza y pido un refresco mientras veo el final de etapa de la Vuelta. Empiezo a echar cuentas cual Fumi caminero. Son las cinco y media pasadas y hasta Alatoz faltan unos 25 kilómetros. A mi ritmo las dos horas no me las quita nadie y a saber cómo están los caminos. Mejor parar ahora y evitar sorpresas de última hora. En cuanto a kilometraje no van a darme ninguna medalla al esfuerzo (ni lo pretendo no tenga que cargar con el peso de ellas) pero estoy razonablemente satisfecho. Cinco horas y media de ejercicio, entre pedaleo y empujeo…, y me encuentro bien. El cuerpo empieza a desentumecerse después de tanta siesta veraniega.
Le pregunto al camarero por el hostal que acabo de ver y me comenta que el restaurante está cerrado por vacaciones pero que el hostal sí que está abierto. Cuando ve la bici cargada me indica donde se encuentra el albergue de peregrinos. Me dirijo allí pero en “la antigua casa del médico” no hay ningún teléfono de contacto así que consulto mis apuntes. Llamo pero nadie contesta. Veo que el número termina en “cero uno” y eso me suena a ayuntamiento y siendo sábado por la tarde pues lo tengo casi claro. Aun así intento contactar con el teléfono de la Asociación en Alatoz por si hubiera otro teléfono pero tampoco recibo respuesta. En este caso había un motivo de peso que me explicaron dos días después. Pues nada. La primera impresión es la que cuenta así que media vuelta hacia el primer hostal que ví. Me recibe el propietario que además también bicicletea en sus ratos libres. Precisamente esta mañana ha seguido el camino hacia Alatoz y me comenta que en ese tramo no había llovido. Intento quitarme todo el barro que puedo antes de subir a la habitación pero aun así algo de rastro dejo.  La bici la dejo en el recibidor y ni la cando. Soy el único huésped  así que “pa qué”. Buena habitación  a precio reducido por ser peregrino.

Tras la liturgia post etapa me espatarro a ver cómo Italia nos moja la oreja en baloncesto. Tanto “sillón-ball” me está dando hambre así que me voy al restaurante de enfrente. Y comienza a llover a base de bien. Subo de nuevo a la habitación a buscar el chubasquero y empiezo a sospechar que voy a tener que utilizarlo más de la cuenta a juzgar por las previsiones meteorológicas. Mientras ceno entra el propietario del hostal y me dice: “me parece que mañana vas a hacer barro…”.  Pues eso parece aunque en ese  momento las chuletillas a la brasa que tengo delante no me dejan pensar en mañana…………