lunes, 20 de junio de 2011

4º DIA: VILLATUERTA-TORRES DEL RIO

Lunes, 13 de Septiembre
Distancia: 35 km
Salida a las 9,30 y llegada a las 18,00




Otra noche durmiendo de un tirón. Abro un ojo antes de las siete y todavía es de noche, así que remoloneo un poco hasta que empieza a despuntar el día. Cuando voy a recoger la ropa de faena del tendedero continua mojada. Segundo día consecutivo que me pasa lo mismo. Así que me toca hacer uso de la secadora y volver a salir más tarde de lo de previsto. Mientras espero que termine el proceso me tomo un par de chocolates de la máquina expendedora. Ya desayunaré en Estella.
A las nueve y media me despido de los hospitaleros y, para que no me pase lo de ayer, compro un bocadillo de salchichón y unos plátanos en una tiendecilla cercana al albergue. Hombre precavido.......
A la salida de Villatuerta visito la Ermita de San Miguel y poco después subo una pequeña cuesta en la que me quedo totalmente clavado. Echo pie a tierra y me pongo a pensar: "vamos a ver, no nos pongamos nerviosos. He dormido de cine. Vale que no he desayunado como Dios manda. ¿Pero que se me atragante la primera cuesta que me encuentro?". Le echo un vistazo a la bici y encuentro la explicación. El traqueteo del último día ha descentrado el freno trasero y la zapata roza con la llanta. Afortunadamente estoy a unos tres kilómetros de Estella y tengo anotado que allí sí que hay talleres de bicicletas. Así que lo centro a mano y prosigo la marcha utilizando sólo el freno delantero.
Nada más llegar a Estella me encuentro una iglesia con una fachada imponente. Creo que es la de San Pedro de la Rúa (la de la foto de la portada). Continuo todo recto por el casco antiguo, por una calle semipeatonal y, poco después encuentro una tienda de bicicletas cerca de una gasolinera. Le comento el problema al encargado y al ver que era peregrino me dice que me pase en una hora.
Así que, descabalgado, regreso sobre mis pasos en busca de una cafetería que había visto antes. Por fin puedo tomar mi desayuno reglamentario: zumo de naranja, un cola-cao, tostadas con mermelada y un croissant.
Allí coincido con una bicigrina que me comenta que había empezado en Roncesvalles con dos amigos pero que éstos tenían demasiada prisa en llegar a Santiago (el primer día se habían plantado en Puenta la Reina) y ella prefería ir a un ritmo más pausado. Me plantea de continuar ruta juntos pero le explico que hasta dentro de una hora no tengo disponible a mi burra. Nos deseamos buen camino y voy haciendo tiempo hasta que se cumpla la hora.
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Puerta de Castilla (Estella)
 Regreso a la tienda de bicis y el mecánico todavía no había empezado. Está atendiendo a clientes. Así que espero pacientemente a que termine y le meta mano a "la enferma". Cuando termina de ajustarla son las once y media. La media de kilómetros de hoy promete........
Me empieza a agobiar tanto tráfico, así que salgo lo más rápido posible de Estella y tras superar la subida de Ayegui, que aprieta pero no ahoga, llego a uno de esos lugares que se han hecho famosos en el Camino en los últimos años: la fuente del vino de Irache, a espaldas del monasterio del mismo nombre.
Allí coincido con tres ciclistas malagueños que me habían adelantado un kilómetro antes. Uno de ellos, Arturo, tiene pinta de haber hecho muchas millas en bici y va uniformado de ciclista y equipado con alforjas. Los otros dos compañeros llevan mochilas a la espalda. Uno de ellos es corpulento y tiene aspecto de ser deportista, mientras que el otro, al que con el tiempo lo llamaría "el engañao", tiene una complexión más normal, va vestido de "campo y playa" y lleva un bici rígida y prestada.
El más corpulento, que se llama Samuel, nada más bajar de la bici y ver la fuente del vino exclama: " ¿Y dónde está el jamón? Pues habrá que hacerse un sigarrito........". Ja,ja,ja. Este es de los míos.
Charlamos un rato y nos hacemos las fotos de rigor. Eso sí. Mi cámara se acaba de quedar sin pilas así que adiós a la foto de recuerdo... No era cuestión de volver a bajar a Estella.
Lo cierto es que la fuente en sí tiene poca historia. Está situada a la entrada de una bodega y se ha convertido en un reclamo turístico. Eso sí. El vino, que para qué nos vamos a engañar, no es para tirar cohetes, causa estragos entre los peregrinos. Hay quien no se conforma con un sorbo y llenan botellas de litro y medio.
Tras un rato de charla prosigo junto a los malagueños y un grupo de ciclistas alemanes, todos cincuentones,  que portan la misma indumentaria. Maillot blanco y mochila pequeña con concha de peregrino incluída. Ruedan a un ritmo muy alto. Claro. No llevaban alforjas. Van con vehículo de apoyo..
El pelotón de ciclistas, con el que suscribe de bici-escoba, atraviesa el bosque de Irache por un recorrido divertido que desemboca en Azqueta. Al pueblo se accede tras superar una cuesta "graciosilla", así que nada más superarla me desvío a la izquierda, donde hay un banco protegido del sol por un gran árbol y con vistas al bosque.
Allí me encuentro a una de las peregrinas de Villatuerta. Mientras descansa escribe sus vivencias en un diario. Me comentó la noche anterior que era informática en su país y que, tras ser despedida, había decidido hacer el Camino hasta Fisterra para replantearse la vida. La pobrecilla se ha parado allí porque el dolor que le provocan las ampollas de los pies le impide avanzar más. Su idea era llegar a Los Arcos pero le aconsejo que busque albergue en Villamayor de Monjardín, que se encuentra a un par de kilómetros de aquí.
Como ya es la una del mediodía y empieza a hacer calor, decido dar cuenta del bocata de salchichón que compré por la mañana en compañía de la peregrina. Mientras "arreglamos el mundo" como buenamente podemos en inglés observamos el discurrir de los peregrinos. Para ser lunes el ambiente es festivo. Supongo que serán los efectos del vino de Irache. Algunos de ellos se acercan a una fuente próxima de donde nos encontramos. Llega un matrimonio de jubilados ingleses que viajan en bicicleta por Europa con los perros incluídos. También paran un par de amigos, uno de Barcelona y el otro de Castellón, muy majos y que les ha pasado de todo en los pocos días que llevan por el Camino. La última es que uno de ellos ha reventado una cubierta. La cosa es que tras pinchar no tenía claro la presión que debía de meter a la cámara, así que tras leer las incripciones de la cubierta llega a la conclusión que la presión recomendada es de 6 kilos. !Con un par! Ni que decir tiene que la bici también era prestada. Imaginaba la situación. Dos amigos salen de farra un sábado por la noche y en plena euforia etílica se fijan un reto: la semana que viene pillamos dos bicis y nos vamos a hacer el Camino de Santiago. Vaya par. Eso sí, pasamos un buen rato de risas.
Así que entre charla y charla ya son las cuatro de la tarde. Vamos, que la parada técnica ha durado tres horas. La "tocada de piernas" es antológica. Desde las nueve y media hasta ahora he avanzado 11 kilómetros. Eso sí, me lo he pasado "pipa".
Finalmente me despido de la peregrina herida y de los dos cachondos amiguetes y empiezo a subir hasta Villamayor de Monjardín. A partir de este pueblo el paisaje empieza a llenarse viñedos. Las pistas por las que avanzo son amplias y a esas horas ya no te encuentras con caminantes, salvo algún incansable asiático, que parece que no paran nunca. Se agradece rodar un rato en total soledad.
De camino a Los Arcos me alcanzan los tres malagueños, que habían parado en Villamayor a comer. Ellos también se han pegado una buena sobremesa. Y en grupo llegamos a Los Arcos, donde tras pasar la plaza y cruzar el río, aprovechamos para llenar los bidones en una fuente.
Seguimos la marcheta en dirección a Sansol por pistas de tierra y tras alcanzar esta población, la carretera desciende de forma vertiginosa hasta Torres del Río. Los malagueños quieren continuar hasta Viana pero  yo decido quedarme aquí. Son sólo 11 kilómetros más, pero el trazado (hay que sortear dos barrancos) y la hora (ya son las seis) me echan para atrás. Mañana será otro día. En mis anotaciones encuentro que en este pueblo hay un albergue de la red Bike Line (donde se admiten ciclistas) y allí que me presento.
En la recepción hay una chica boliviana que está hablando por teléfono mientras sujeta con la otra mano un pañuelo. Me hace gestos de que espere ya que tiene una llamada "importante". Por el tono de la conversación telefónica más bien le está contando su vida a una amiga. Pues habrá que esperar. Lo primero es lo primero. De todos modos, hoy tampoco es que me haya cansado mucho.
Tras sellarme la credencial y cobrarme la estancia, me enseña la habitación. Tiene unos 25 metros cuadrados y hay literas para unas 16 personas. Frío no vamos a pasar tan juntitos. Demasiado saturado para mi gusto, pero hoy es lo que toca. De la ducha mejor no hablar. Las instalaciones son un tanto escasas para la cantidad de gente que se aloja. Pero bueno. Ya estaba advertido que en algunos albergues privados prima más el "negosi" que otra cosa.
Tras la ducha coincido con un biker inglés con un "pedazo de máquina" que había salido de Saint Jean hace dos días. !Menudo fiera!. Intentaba restar importancia a su "performance" asegurando que se cansaba mucho y que tenía molestias en las rodillas. No es para menos. Se lamenta de que tiene la cadena reseca por el polvo caminero y le ofrezco el bote de lubricante que llevo. Se queda extrañado de que se lo ofrezca pero lo acepta.
Tras tomar un par de cocacolas  en la terraza de un bar cercano y hacer las llamadas de rigor a la familia, me informo de si hay servicio de cena en el albergue. Sí lo hay, y es precisamente en un salón que hay encima del bar donde había estado antes. Resulta que el dueño lo es también del albergue.
El comedor está a rebosar. Las mesas son compartidas. A mí me toca con un francés y dos chicas búlgaras.
El menú bien. Pasta y algo de carne, regado con vino de la casa. Tras la comida me quedo con el francés tomando un par de cañas en el bar. Allí charlamos con el dueño, que es un tipo campechano. Y a las diez y media al catre, que hay toque de queda.
Vista de Sansol desde Torres del Río

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